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A Opel se le acaba el tiempo

K. Zawadzky9 de marzo de 2009

El debate en torno a la probable ayuda de miles de millones del Estado a la casa automotriz Opel divide al Gobierno en Berlín. Esta es una discusión que cuesta tiempo. Tiempo que Opel no tiene, opina Karl Zawadzky.

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La situación no sólo es seria sino urgente, porque, a más tardar en abril, la casa matriz de Opel, (la estadounidense) General Motors, estará amenazada por la insolvencia. Una insolvencia dificultaría la salvación de la filial alemana (Opel). Pero el Gobierno alemán necesita claridad para tomar una decisión sobre las ayudas estatales.

La ayuda tiene que favorecer exclusivamente a la filial alemana y asegurar su existencia y las plazas de trabajo. Tiene que evitarse que el dinero de los contribuyentes alemanes vaya a parar a Detroit. Al parecer, la casa matriz estadounidense ha sacado tanto dinero de las arcas de la filial en los últimos años, que Opel no paga impuesto a las ganancias desde hace años en Alemania.

A Opel se le va el tiempo porque a pesar de las altas ventas, las posibilidades financieras de acción en (la planta de) Rüsselsheim son cada vez más reducidas. Si la salvación se sigue aplazando, aquí amenaza la insolvencia. Opel aún está favoreciéndose del subsidio estatal a la chatarrización de autos viejos. Si se desecha un automóvil de nueve o más años de uso y se compra uno con tecnología verde, el Estado paga una ayuda de 2.500 euros. Esta oferta ha sido aprovechada masivamente y estabiliza ahora la producción y el empleo en los sectores de autos pequeños y medianos en las fábricas automotrices, incluida Opel.

Pero desde luego que los clientes potenciales tienen sus preocupaciones. ¿Quién compra un auto de una empresa cuya existencia se pone en duda? En caso de que Opel sea cerrada, el suministro de partes ya no puede ser garantizado. Los talleres con contratos (con Opel) se reorientarán. Pero si tanto los clientes como los concesionarios se retiran, los intentos de salvación (de Opel) no tienen sentido.

En el Gobierno alemán se acentúa la impresión de que el margen de maniobra de los directivos de la filial alemana y la central Europa es muy limitado. La filial alemana de General Motors no es más que una compañía operadora. Ni las fábricas ni las plantas de producción están bajo su cargo. Es la casa matriz en Detroit la que maneja estas áreas, así como las patentes.

Para garantizar la intervención directa de la casa matriz, Opel, que era una Sociedad Anónima, fue convertida hace años en una de Responsabilidad Limitada (SRL). Los gerentes de Opel pueden cambiar poco, lo que en la crisis actual es un obstáculo. A esto se agrega que los directivos en Detroit están jugando a algo que no va con la actual situación.

General Motors quiere primero una garantía de por lo menos 3,3 o mejor 6 ó 7 mil millones de euros, para asegurar la existencia de la filial alemana y luego negociar sobre su futuro. Que esto no se puede, lo dirá claramente el ministro germano de Economía, Karl-Theodor zu Guttenberg, la próxima semana durante su visita a Estados Unidos.

El plan de saneamiento presentado por Opel no merece dicho nombre. En Berlín crece la impresión de que la gerencia de la casa matriz estadounidense juega al póker con el destino de la filial alemana. Y el Gobierno alemán ni puede ni le va a seguir el juego.

Sólo puede haber una salvación de Opel si la casa matriz da autonomía a la filial alemana y un inversionista está dispuesto a asumir el liderazgo de esta tradicional fábrica de autos.

Por lo demás, lo anterior no sólo vale para Opel, porque para una solución aislada la empresa es demasiado pequeña en la competencia mundial. Lo que se necesita es un modelo para todas las filiales europeas de General Motors. Al fin y al cabo hay que tener en cuenta la neutralidad de la competencia a la hora de una eventual ayuda.

En vista de que (actualmente) la oferta supera a la demanda no tiene sentido que el Estado salve a Opel debilitando así a otros fabricantes en Alemania.