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Alemania: balance de un año movido

Marcel Fürstenau
23 de diciembre de 2016

En Alemania, el año culmina como empezó: convulsionado. Con la política de asilo de la canciller bajo fuego, Merkel aspira a un cuarto mandato; los socialdemócratas, a otra “gran coalición”; y la AfD, a su consolidación.

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Deutschland Merkel Statement zum Anschlag in Berlin
Imagen: Reuters/H. Hanschke

En 2015, la inestabilidad política y las guerras civiles en el Cercano y Medio Oriente obligaron a cientos de miles de personas a buscar refugio donde creían poder recibirlo: en la Unión Europea. Sobre todo en Alemania. Pero ese río de desesperados no sólo fue acogido con empatía en territorio germano. A principios de 2016, poco después de que cientos de mujeres denunciaran haber sido asaltadas y agredidas sexualmente por hombres “de apariencia norafricana”, quienes criticaron al Gobierno de Angela Merkel por propiciar la inmigración descontrolada de musulmanes dieron por confirmados sus temores y la ultraderecha envalentonada instrumentalizó lo ocurrido en la Nochevieja de 2015 para articular su propaganda racista e islamófoba.

El aire está viciado en Alemania

Ahora, faltando poco para Año Nuevo, cabe decir que 2016 culmina como empezó: convulsionado. Algunos días antes de Navidad, el conductor de un camión arremetió intencionalmente contra la muchedumbre que visitaba un mercadillo navideño en Berlín, mató a doce personas y dejó heridas de gravedad a decenas más. Este suceso es descrito como el más trágico de los atentados islamistas perpetrados en Alemania en los últimos doce meses. Los ataques de Wurzburgo y Ansbach siguen frescos en la memoria. Aunque lo acontecido en julio en la capital de Baviera no debe incluirse en esa lista –presa de un ataque de locura homicida, un joven alemán asesinó a nueve personas– la resultante sensación de inseguridad es la misma.

Según los investigadores, el homicida de Múnich no actuó movido por motivos ideológicos o religiosos, y algunos medios lo describieron como más cercano al terrorista noruego Anders Behring Breivik, defensor de la supremacía blanca, que a los yihadistas del autoproclamado Estado Islámico; pero la repetida alusión en la prensa a su origen iraní exacerbó el discurso xenófobo en las redes sociales y en la calle. El movimiento Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA, por sus siglas en alemán) siguió ondeando sus banderas; continuaron los ataques contra albergues de refugiados, que con un saldo de 1005 ya se habían quintuplicado en 2015; y se multiplicaron las agresiones verbales contra funcionarios estatales de alto rango.

Alianzas contra la AfD

El 3 de octubre en Dresde, donde se celebró oficialmente el 26º aniversario de la reunificación de Alemania, un grupo de ciudadanos rabiosos no sólo insultó a los periodistas presentes, acusándolos de trabajar para una "prensa mentirosa", sino también a la canciller, Angela Merkel, y al presidente federal, Joachim Gauck. No obstante, pese a que su política de asilo está bajo fuego, Merkel anunció que aspirará a un cuarto mandato en 2017. Eso es música en los oídos del controvertido partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), cuya consolidación depende, ante todo, de la pérdida de popularidad de las formaciones conservadoras Unión Demócrata Cristiana (CDU) y Unión Social Cristiana de Baviera (CSU).

La AfD redobló su presencia en la escena política tras las elecciones regionales de este año. Allí obtuvo escaños en los Parlamentos de otros cinco estados federados de Alemania. Se teme que su ascenso complique la conformación de Gobiernos en el futuro cercano: para evitar cooperar con la AfD, han surgido abruptamente constelaciones que antes nadie se atrevía a conjurar. Aunque sigue habiendo coaliciones de dos partidos –en Mecklemburgo Antepomerania y Baden-Wurtemberg, donde Los Verdes se aliaron con la CDU–, predominan las de tres, en Berlín, Sajonia-Anhalt y Renania-Palatinado, donde el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) co-gobierna junto a Los Verdes y a los liberales del FDP. A escala federal, todo apunta a que una "gran coalición” integrada por la CDU y el SPD puede conservar las riendas del Gobierno, aún sin el apoyo de la CSU.