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En busca de Shakespeare

10 de noviembre de 2011

Está entre los dramaturgos más leídos y puestos en escena de la literatura mundial. Y siempre vuelve a surgir la duda: ¿esas obras provienen realmente de la pluma de quien lleva por nombre William Shakespeare?

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Rafe Spall como William Shakespeare en una escena de la película "Anonymus"Imagen: picture-alliance/dpa/Sony

El exitoso director de cine Roland Emmerich está entre los que dudan de su identidad. Ha hecho una película sobre el “verdadero” William Shakespeare: Anonymus sale ahora a las salas de cine alemanas.

En la cinta, Emmerich se une a la tesis de que las obras de Shakespeare las escribió en realidad Edward de Vere, Conde de Oxford. Con ello reaviva el viejo debate en torno a la identidad del gran dramaturgo inglés.

Flash-Galerie Filmstill Anonymus
David Thewlis (izq) como William Cecil y Joely Richardson como la princesa Elisabeth Tudor en "Anonymus"Imagen: picture-alliance/dpa/Sony

Los contemporáneos de Shakespeare no pusieron en duda que esas piezas provenían de su pluma. Tampoco lo hicieron muchas generaciones posteriores. La duda surgió exactamente 250 años después de su muerte, a mediados del siglo XIX. Fue la estadounidense Delia Bacon quien difundió la versión de que el verdadero autor de todas esas obras fue Francis Bacon, el filósofo renacentista.

Las dudas provienen de la búsqueda romántica del genio

Según Tobias Döring, catedrático de literatura inglesa en la Universidad de Múnich y director de la Sociedad Shakespeare, que la idea anterior haya surgido en el siglo XIX no es casualidad. “Las dudas se nutren de la existencia burguesa y poco espectacular de este hombre de Stratford, a quien no se le cree capaz de una obra así de genial. El momento en que surge la duda es también significativo, pues es el punto de partida de la teoría de la genialidad”, explica Döring.

En la concepción romántica de la genialidad, los grandes escritores tenían que ser grandes personalidades. En esta imagen de lo grandioso no hay cabida para el origen sencillo de Shakespeare, que tenía que ganarse el pan con sus piezas y que era parte de una compañía de teatro. “Para darle una identidad a ese gran espíritu se escogió, entonces, al filósofo Francis Bacon, quien sin duda es un importante autor del Renacimiento. Con todo, estas obras de teatro con seguridad no fueron escritas por él”, puntualiza Döring.

Flash-Galerie Filmstill Anonymus
Vanessa Redgrave como Elisabeth IImagen: picture-alliance/dpa/Sony

Cada generación se construye su propio Shakespeare

Básicamente, así Döring, cada época y cada generación se ha creado un Shakespeare que vaya de acuerdo con sus requerimientos y la manera de pensar de su tiempo. El escritor, la superficie de proyección de una sociedad y sus necesidades de identidad. “Primero hubo un Shakespeare que había sido un hábil hombre de campo; ésa era la imagen preferida de su recepción en el siglo XVIII.” Luego vino la imagen del docto, allí le tocó el turno a Francis Bacon. Pero no acaba ahí la búsqueda: “Justo a comienzos de la Primera Guerra Mundial apareció el libro en que se ponía en escena al Conde de Oxford, Edward de Vere. La tesis provino de un frustrado predicador seglar, quien había vivido la destrucción de la guerra y el resquebrajamiento de todo orden y certeza.”

Muchas incongruencias

Existen unos 5.000 libros que tematizan la duda en torno a la obra de Shakespeare. Más de 100 candidatos a ser el “verdadero” se han encontrado a lo largo de los siglos. Todas las teorías, sin embargo, tienen sus incongruencias, opina Christopher Schmidt, redactor de la revista cultural del diario Süddeutsche Zeitung y conocedor del tema.

Que el hombre de Stratford, William Shakespeare, haya sido el autor de esas obras es, con todo, la tesis más segura, aunque no poseyera una formación académica. “No tenía una formación muy amplia, pero poseía el don de una gran imaginación. Por otro lado, que haya sido el conde de Oxford es improbable, pues Edward de Vere murió en 1604, es decir diez años antes de que Shakespeare dejara de escribir. Que haya producido todas estas obras antes, es poco probable”, explica Schmidt.

Otro autor no cambiaría el valor de la obra

Por falta de material histórico confiable no se puede tener una certeza absoluta acerca de la identidad de William Shakespeare. Que otros hayan cooperado en la elaboración de las obras o que haya tomado ideas de otros autores es totalmente normal para ese tiempo. Hay que imaginárselo como parte de una industria del entretenimiento, como un Hollywood, dice Tobias Döring, puntualizando: “No existía el copyright, no existía el concepto de la propiedad intelectual. Los textos pertenecían al grupo de teatro que los pusiera en escena”.

Por otro lado cabe preguntar, ¿qué cambiaría si esa obra no proviniese de la pluma de Shakespeare? En cierta medida, les importaría a los estudiosos de la literatura, que tendrían que alterar ciertas interpretaciones. Más no. Con todo, hacer bajar a William Shakespeare del trono en que está sentado tendría, por tiempo limitado, un tono espectacular y divertido. Éste es quizá el motivo del director estrella Roland Emmerich: “En primer lugar, quería contar una historia entretenida”, afirmó. En ese sentido, da bastante igual si lo que se pone en sugestivas imágenes son datos históricos o la ficción en torno al “verdadero” William Shakespeare.

Regisseur Roland Emmerich und Rhys Ifans Anonymus
El director Roland Emmerich (izq) y Rhys IfansImagen: picture-alliance/dpa

Autor: Günter Birkenstock/Mirra Banchón
Editor: Pablo Kummetz