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Bélgica: un país en crisis preside una UE en medio de la crisis

1 de julio de 2010

Bélgica asume la presidencia rotativa de la Unión Europea sin Gobierno y con un primer ministro, Yves Leterme, que realiza sus labores sólo como gestor. Susanne Henn comenta la situación.

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Si el poder de quien dirige las presidencias rotativas del Consejo de la Unión Europea no se hubiera reducido ya de por sí, la dirección belga contribuiría con toda probabilidad a ello. Yves Leterme parece estar realmente contento de que el peso político de las presidencias rotativas haya disminuido considerablemente con el Tratado de Lisboa. En casa tiene ya suficientes problemas. Siendo un político derrotado en las urnas y primer ministro en funciones de un país sin Gobierno, se presentó, aún así, bastante tranquilo ante los periodistas en Bruselas.

Se está preparado, en los seis meses de presidencia belga todo va a funcionar a la perfección, aseguró Leterme. Sobre el programa, puntos poco sorprendentes como la contención de la crisis económica, el establecimiento de reglas más estrictas para los mercados financieros, la lucha contra el cambio climático y la puesta en marcha hacia finales de año de un Servicio Europeo de Asuntos Exteriores. Y entonces llegó por parte de un compatriota la crítica pregunta de si Bélgica, colocándose a la cabeza de la UE como un país dividido, no padecía de un problema de credibilidad. Aquí Leterme se zafó afirmando que la continuidad está asegurada.

Mucho empeño. ¿A alguien le sorprende? ¡Quien en su propio país no consigue unidad política a causa de una batalla lingüística, puede por lo menos intentarlo en el club de los 27! Al fin y al cabo, el hermoso eslogan de la UE reza "unidad en la diversidad". En Bélgica, sin embargo, debe hablarse ahora más que nunca de "división en la diversidad".

No pasa nada. La cosa saldrá bien de alguna manera. Es la decimosegunda vez que Bélgica, país fundador de la Comunidad, asume una presidencia desde 1958. Ya en 1987 se dio la situación de que tras unas elecciones parlamentarias no se había logrado formar todavía Gobierno. Y hay que reconocer que los belgas tienen experiencia en la organización de reuniones del Consejo. De acuerdo con el Tratado de Lisboa, de por sí las presidencias rotativas no pueden más que reunir de vez en cuando a los ministros europeos en unos encuentros poco interesantes.

En la UE existen ahora los "tríos presidenciales", donde se desarrolla y vota conjuntamente el programa para 18 meses. El trío actual está formado por España, Bélgica y Hungría. Y también el Parlamento Europeo participa ahora en un 90 por ciento de las labores legislativas. Es decir, que el margen sería escaso incluso si Bélgica quisiera ser políticamente activa.

Algo de encanto tiene el hecho de que el poder que Leterme no puede ejercer lo ejerza otro belga. Además, uno al que Leterme conoce muy bien. Herman Van Rompuy, el presidente permanente del Consejo, elegido por un periodo de dos años y medio, se encarga de las tareas políticas realmente importantes dentro de la UE y dirige también las reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno. Igual que Laterme, Van Rompuy es cristianodemócrata, y es su predecesor y antecesor en el cargo. Su habilidad como mediador se echa de menos en la política belga.

Aunque los belgas transmitan en los próximos meses una imagen retraída y débil, ni a Leterme ni a Van Rompuy va a preocuparles. A otras presidencias tal vez sí. Con la rápida cimentación del traspaso de poderes que instituyó el Tratado de Lisboa, las próximas presidencias rotatorias quizás sólo asuman labores administrativas en lugar de sentar acentos políticos propios.

Autora: Susanne Henn

Editor: Pablo Kummetz