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¿Cómo reacciona Alemania ante la inmigración?

21 de enero de 2016

Alemania se halla sumida en una crisis migratoria. En 2015 más de un millón de personas solicitaron asilo. ¿Qué significa esto para la sociedad alemana y cómo se enfrenta el país al nuevo desafío?

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Nunca antes habían llegado a Alemania tantos refugiados como en el último año. En muchos lugares las condiciones del alojamiento y el registro son caóticas. Algunas agrupaciones de derecha convocan manifestaciones de protesta contra los recién llegados y han aumentado los ataques a refugiados y albergues. Los acalorados debates en los medios y la discusión política sobre la forma de proceder ante los nuevos retos ponen de manifiesto que en la sociedad están aflorando la inseguridad y el miedo, y también los prejuicios, así como un tangible racismo.

Entre el miedo y la ayuda

Cada noticia que parece confirmar los temores ante los “extranjeros”, la incompatibilidad de las mentalidades o la creciente criminalidad por parte de los refugiados provoca debates que a veces rayan en la histeria, así como generalizaciones precipitadas. En consecuencia, se endurece la ley penal, se introducen reformas restrictivas en la ley de asilo y se dificulta la entrada en Alemania. Al mismo tiempo, miles de alemanes colaboran de forma voluntaria para facilitar a los recién llegados la vida y la integración. Colectan donativos, ayudan en los centros de acogida, dan clases de alemán o acompañan a los solicitantes de asilo a realizar sus trámites burocráticos o a visitar al médico. Algunos asumen padrinazgos o incluso abren las puertas de sus casas a los inmigrantes y sus familias.

¿De veras lo conseguiremos?

En Alemania, la crisis migratoria está produciendo una clara división. Una parte de la población se muestra solidaria, dispuesta a ayudar, confirmando con sus actos el lema de la canciller Angela Merkel “Lo conseguiremos”. Pero otros muchos alemanes están asustados, inseguros y, en algunos lugares, furiosos y violentos. Mientras que unos celebran la avalancha de refugiados sin cuestionar en forma alguna las consecuencias, de los otros se va apoderando el temor ante los inminentes cambios y el desafío que estos conllevan para la sociedad. Un miedo difuso “al Islam”, a la supuesta misoginia de los hombres árabes y a la criminalidad se mezcla con el temor a experimentar un descenso social, a enfrentarse a una mayor competencia en el mercado laboral y a cualquier tipo de cambio en la vida cotidiana.

Aislamiento o apertura

No cabe duda de que en Alemania se avecinan cambios. Todas las sociedades están sometidas a un continuo proceso de transformación. La Alemania de los años treinta es totalmente diferente de la de los cincuenta, y la de los setenta completamente distinta de la Alemania de 2016. Si un país no quiere aislarse del resto, lo que en el contexto de un mundo globalizado es de todos modos casi imposible, a su población no le queda más remedio que aceptar los cambios y asimilarlos. Así mismo ha de recapacitar sobre los valores que considera indispensables (derechos humanos, democracia, respeto, tolerancia, igualdad de todos los ciudadanos independientemente de su sexo, raza o religión) y sobre qué impulsos culturales está dispuesta a adoptar. Ello presupone la capacidad de reflexionar sobre los puntos fuertes de una sociedad, pero también la disposición a la autocrítica, a abrirse a personas de mentalidad y tradiciones diferentes, y a conocer su historia en lugar de desconfiar de ellos o rechazarlos precipitadamente.

Superar los prejuicios

Mucha gente se ha desplazado a Alemania desde otros continentes, desde Asia, el mundo árabe y África. Algunos de los desplazados actuarán fuera de la ley y serán castigados como corresponde en un Estado de derecho. Pero la miseria y la guerra han obligado a la gran mayoría a abandonar sus países de origen en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Si estamos dispuestos a escuchar sus historias y a conocerlos mejor es posible que algunos de nuestros prejuicios y miedos se disipen. La inmigración y los nuevos impulsos culturales pueden contribuir al enriquecimiento de las sociedades abiertas, tolerantes y democráticas.