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"Cualquiera puede acabar en la indigencia"

Eva Usi22 de diciembre de 2012

La doctora peruana Jenny de la Torre atiende a indigentes en un centro de salud que fundó hace diez años en Berlín, y no pierde la esperanza en que sus pacientes vuelvan a tener una vida normal.

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Imagen: DW/Eva Usi

Estos días el centro de salud en la calle Plugstr. 12 en el corazón de Berlín, está lleno de regalos de navidad. No sólo hay regalos para los pacientes que vienen regularmente a atenderse sino también para los 22 voluntarios que apoyan el centro de salud para indigentes. “Una vez al año tengo que dar las gracias a cada uno de ellos”, dice la Dra. Jenny de la Torre, que llegó hace 32 años a Alemania para estudiar medicina. Después de graduarse en la Universidad de Leipzig trabajó en el hospital Charité. Hace diez años, de la Torre creó una fundación que lleva su nombre, con la que abrió un centro de salud para indigentes.

“Quería trabajar en un hospital y luego abrir en el Perú un consultorio para gente pobre, era mi sueño de niña”, dice, y recuerda que sus padres le enseñaron a ver el mundo con los ojos abiertos. Ella se percató siendo muy joven de que la pobreza inhibe a las personas pues no buscan atención médica: El que es pobre piensa que ir al médico es un lujo que no se puede permitir, pero luego resulta que con tal medicamento no se hubiera muerto”, afirma.

Centro de Salud en la calle Pflugstr. 12, un palacio para indigentes.
Centro de Salud en la calle Pflugstr. 12, un palacio para indigentes.Imagen: DW/Eva Usi

"Cosas inimaginables"

El destino la trajo a Alemania de nuevo, donde comenzó a trabajar en 1994 en la todavía estación central (Hauptbahnhof) de lo que había sido el Berlín Oriental. Atendía en el sótano en un cuarto de 12 metros cuadrados. Lo primero que aprendió la médica peruana es a adaptarse al estado en el que llegan los pacientes, cuando, por ejemplo, huelen mal. Algunos llegan después de meses sin bañarse, y hasta años sin ver un médico. “A veces se les pegan los calcetines a la piel, se les infecta el pie y las heridas. Aquí se ven cosas que la mente no puede imaginar”, dice.

Jenny de la Torre, de 58 años y menuda, afirma que las enfermedades más comunes de sus pacientes son las típicas de su situación de calle. “Vienen con infecciones estomacales y parasitarias, con piojos, sarna, con quemaduras, con problemas dentales que son una catástrofe completa, con problemas de alcoholismo”, dice la enérgica doctora. Entre un 60 y un 70 por ciento de sus pacientes tiene problemas de adicción al alcohol.

Sentada en el consultorio con su bata blanca, de la Torre afirma que a raíz de la crisis y los recortes en el sistema social está aumentando la pobreza en Alemania y también el número de gente en la calle. “Cuando las cajas están vacías y comienzan los recortes, los afectados son los más pobres. Y esto ha sido un proceso lento. Han pasado 18 años y la pobreza se nota más”, afirma.

Una de las voluntarias recibe a los pacientes en la recepción.
Una de las voluntarias recibe a los pacientes en la recepción.Imagen: DW/Eva Usi

Dormir bajo el puente

Se estima que en Berlín hay unas 11.000 personas indigentes. Siete mil viven en albergues. El resto, si tiene suerte, podría conseguir refugio en uno de los albergues de emergencia adonde cualquiera puede llegar sin dar su nombre siquiera, pero sólo hay un total de 430 camas. Hay, además, tres estaciones de metro que mantienen abiertas sus puertas de noche. Jenny de la Torre no puede ofrecer una cama, pero sí atención médica respaldada por un equipo de especialistas. “Tenemos traumatólogos, internistas, dermatólogos, tengo un oculista y un dentista”, afirma. El centro cuenta con el respaldo de cuatro abogados que, en más de una ocasión, han salvado a los pacientes de ir a parar a la cárcel por viajar en metro sin boleto, por robar, o por un incidente de agresión.

Actualmente, unas 3 mil personas están registradas en el centro, y diariamente llegan entre 20 y 30 para recibir atención médica, pero también para acceder a otros servicios que ofrece el centro: disfrutar de una comida caliente, cortarse el pelo o escuchar la lectura de un libro. “Los hay de todas las edades, desde los 15 hasta los 84 años. También hay familias completas de inmigrantes provenientes del este de Europa que no son indigentes pero no tienen seguro médico”, dice. Lo mismo ocurre con latinoamericanos que reciben aquí atención médica, y con los recién llegados, griegos y españoles, por ejemplo, que han huído de la crisis en sus países.

Después de trabajar durante 18 años con indigentes, Jenny de la Torre considera que esa situación no debe ser vista como un estigma. “Cualquiera puede caer en la indigencia. Somos personas y podríamos no tener la fuerza de salir de un problema determinado”. La célebre doctora cuenta el caso de un hombre de mediana edad que perdió a su esposa y sus hijas en un accidente de tráfico, lo que provocó casi una actitud suicida en él. Acabó perdiendo el empleo y la casa, y cayó en la depresión y en el alcoholismo. Parecía hundirse cada vez más. “No le interesaba nada, la vida para él no valía nada”, cuenta la doctora Torres. También dice que hay mucha gente joven que pasó su niñez en orfanatos. “Puede ser que hayan cometido un error y van a dar a la cárcel. Al salir, ya nadie quiere tener que ver con la persona, y acaban en un albergue con otros indigentes en peor situación que ellos”, afirma.

En promedio, la mayoría de los pacientes oscila entre los 40 y los 60 años de edad.
En promedio, la mayoría de los pacientes oscila entre los 40 y los 60 años de edad.Imagen: DW/Eva Usi

Muchos se debilitan psíquicamente

“Nunca pierdo las esperanzas de que se les puede sacar de esta situación. No se les debe dar por perdidos. Se vuelven a levantar, y es lo que he visto en muchos casos”. Jenny de la Torre y su fundación para personas sin techo ha recibido numerosos premios y donaciones en Alemania. Le brillan los ojos al recordar el domingo pasado, cuando recibió una donación de 5 mil euros en medio de un mercado navideño en Berlín. Entre la muchedumbre había un fotógrafo que le pareció a ella conocido. “Se me acercó y me preguntó si no lo reconocía. Fui su paciente, me dijo. Iba muy bien vestido y llevaba un aparato que le debe haber costado una fortuna. Me dijo que abrió su propia empresa y que incluso tenía tres empleados, y que le iba bien. Ese fue mi mejor regalo de navidad. Uno sabe la fuerza que hay que tener para salir de la calle. Hay que estar sano física y mentalmente, y muchos han perdido eso, psíquicamente están muy mal”, concluye.

Autora: Eva Usi

Editora: Cristina Papaleo