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El alto precio del rescate de Opel

30 de mayo de 2009

El paquete de rescate de Opel fortalece a la empresa y ayuda a sus empleados. Pero, al mismo tiempo, como intervención estatal en la economía de mercado, constituye un mal ejemplo, en opinión de Karl Zawadsky.

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El rescate de Opel tuvo un alto precio, en varios sentidos. El Gobierno germano federal y los gobiernos de las regiones en las que la empresa tiene plantas de producción, pondrán a disposición un crédito puente de 1.500 millones de euros y, posteriormente, respaldarán el reposicionamiento de Opel con garantías bancarias por varios miles de millones más.

Caro es el rescate de Opel también porque constituye una señal para otras empresas que trastabillan debido a la recesión. Por último, también cabe considerar reparos de orden político, porque no corresponde a la economía de mercado que durante décadas se hayan privatizado los beneficios y luego se socialicen las pérdidas.

Ya hay otros que se han puesto en marcha hacia Berlín con la mano estirada, a pedir dinero de las arcas fiscales para sobrevivir. Como en el caso de Opel, se argumenta con los puestos de trabajo que peligran.

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Karl Zawadzky.Imagen: DW / Christel Becker-Rau

En la tradicional empresa automotriz Opel, que desde hace unos 80 años pertenece al gigante estadounidense General Motors, están en peligro cuatro plantas de producción, con un total de más de 25.000 puestos de trabajo. Los motivos no radican sólo en la inminente insolvencia del consorcio matriz estadounidense, sino también en décadas de mala gestión empresarial.

Debido a la política de modelos dictada desde la central de Detroit, Opel ha estado ofreciendo automóviles difíciles de colocar entre la clientela europea, con lo cual perdió segmentos de mercado. Hace ya tiempo que los negocios de Opel no marchan bien.

A eso se suma el que General Motors también ha cometido un error tras otro en el mercado estadounidense, motivo por el cual ha caído en una crisis que amenaza su existencia.

General Motors depende del suero del Ministerio de Finanzas y, de acuerdo con la voluntad del presidente Barack Obama, habrá de ser saneado mediante una insolvencia, al igual que su competidor más pequeño, Chrysler.

El propósito del Gobierno alemán es salvar a Opel de hundirse en el torbellino de la insolvencia de la casa matriz estadounidense. Eso parece dar resultado con la llegada de Magna y otros inversionistas procedentes de Rusia. El flujo de dineros entre la central de Opel en Rüsselsheim, cerca de Fráncfort, y la central de General Motors Detroit, ha sido cortado.

General Motors transfirió las patentes de los modelos de Opel a la filial alemana, dándole independencia jurídica. Hasta la firma definitiva de un contrato, el capital de Opel quedará en manos de un fideicomiso. Con ello se previene que Opel sea arrastrado por la insolvencia del consorcio matriz.

Además, el acuerdo entre General Motors y el consorcio encabezado por Magna contempla que el fabricante estadounidense se contente en el futuro con una participación minoritaria en Opel.

A favor de Magna habla el hecho de que la empresa no es sólo uno de los mayores proveedores de piezas de automóviles del mundo, sino que también construye y desarrolla desde hace tiempo autos por encargo de otras empresas, por ejemplo algunas tan renombradas como Daimler y BMW. Magna no sólo dispone de arcas bien colmadas, sino también de experiencia en la fabricación automotriz.

Por último, con la participación de inversionistas rusos se abre una nueva perspectiva para Opel, ya que Rusia es, a nivel mundial, uno de los mercados de mayor crecimiento para la fabricación de automóviles.

Con inversiones en ese mercado, Opel puede abrirse paso a una dimensión en la que, gracias a la gran cantidad de unidades, se garantice una producción de menores costos y con ello también la supervivencia a largo plazo.

En su forma actual, desligada del consorcio de General Motors, Opel es demasiado pequeño como para tener una oportunidad de sobrevivir, en vista de la dura competencia y el exceso de capacidades en la fabricación de automóviles a nivel mundial.

Desde esta perspectiva, el rescate de Opel naturalmente repercute en los competidores, razón por la cual ha sido visto con preocupación y comentado críticamente por los jefes de otras empresas automotrices.

También los contribuyentes pueden sentir preocupación. Si fracasa el rescate, el Estado no recuperará el dinero y, en su calidad de aval, tendrá que cubrir los créditos por el monto de varios miles de millones de euros.

Esta no es la única razón por la cual el ministro de Economía, Karl Theodor zu Guttenberg abogaba por sanear a Opel, tal como en el caso de General Motors, a través de una insolvencia.

El ministro de Economía se concibe también como una conciencia de orden político del Gobierno federal. Resulta difícil poner el rescate por parte del Estado en consonancia con los principios de la economía de mercado. A eso se suma el hecho de que, con el rescate de Opel, se ha abierto una puerta ante la que hacen cola otras muchas empresas que también demandan la ayuda estatal.

Autor: Karl Zawadzky

Editor: Enrique López