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"El arte de gobernar"

30 de mayo de 2011

Con su anuncio de prolongar la vida útil de las centrales atómicas, Angela Merkel ganó las últimas elecciones generales. Ahora apuesta justamente a lo contrario, dando lugar muchos interrogantes, opina Peter Stützle.

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DW-Grafik: Peter Steinmetz

Esto debe ser una obra maestra del arte de gobernar: cuando comienzan a soplar en contra los vientos de la opinión pública, cambiar rápidamente de dirección y dar un giro en las decisiones para que las apruebe un comité que ni siquiera figura en la Constitución.

Los socialdemócratas (SPD) y los verdes alemanes decidieron, durante su Gobierno de coalición al mando de Gerhard Schröder, que abandonarían paulatinamente el uso de centrales energéticas nucleares, ya entonces en armonía con el deseo de la mayoría de los ciudadanos y contra la oposición, encabezada por Angela Merkel a la cabeza de la Unión Cristianodemócrata (CDU).

Luego, cuando Angela Merkel llegó al poder y gobernó con los socialdemócratas, no pudo cambiar aquella determinación. Su intención era, cuando fuera mayoría junto a los liberales (FDP), dejar de construir nuevas centrales atómicas y prolongar el tiempo de utilización de las ya existentes. Merkel obtuvo la mayoría y prolongó la vida útil de las centrales nucleares alemanas.

En marzo de 2011, sin embargo, un tsunami barrió la ciudad de Fukushima, en Japón, dañando gravemente sus centrales atómicas, y esa catástrofe se tradujo en un mayor rechazo de la ciudadanía alemana a la energía nuclear. Ante este escenario y con el trasfondo de elecciones parlamentarias en algunos Estados Federados, Angela Merkel, junto con otros líderes políticos de la coalición cristianodemócrata-liberal, consumó un giro hacia una acelerada desactivación de las centrales nucleares.

Es comprensible que, luego de Fukushima, muchos de los responsables políticos hayan perdido su confianza en que los ingenieros fueran capaces de dominar las posibles fallas en los sistemas. Pero que el conjunto de argumentos a favor de la energía atómica haya perdido, de pronto, toda validez, y que toda la clase política marche en la misma dirección, que nadie más se oponga, son hechos que tornan sospechoso el proceso que está teniendo lugar en este momento. Las instituciones a las que la Constitución exige debatir decisiones políticas brillan por su ausencia.

Antes de las elecciones parlamentarias de marzo, el Gobierno alemán encomendó públicamente a una comisión de ética, formada por personalidades prestigiosas de la ciencia y la sociedad, reflexionar acerca de si se puede asumir la responsabilidad de abandonar el uso de la energía atómica. Un asesoramiento de esa naturaleza es naturalmente bienvenido, siempre y cuando tenga intenciones serias. Pero, lamentablemente, en este caso sólo fue maquillaje. En la noche anterior a la presentación de los resultados de la comisión de ética, el comité de coalición ya había formulado una resolución detallada acerca de la desactivación nuclear.

El citado comité de coalición se compone de un puñado de políticos influyentes de la alianza gubernamental y no está anclado en la Constitución alemana. El Gobierno y el Parlamento, que son en Alemania los reales responsables de la legislación, se limitarán a ejecutar lo que ya es un hecho. Con esto se cumple la Constitución en el aspecto formal. Pero la realidad es que se trata de un estilo de gobierno arbitrario. Lo sorprendente es que en Alemania esto no parece molestarle a nadie.

Autor: Peter Stützle

Editor: Enrique López Magallón