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El error griego

Michael Martens (JOV/DZC)20 de junio de 2015

En Atenas hay una errónea percepción de la crisis griega y parecen no entender que el país no regresará al estado que tenía antes del estallido de la burbuja, opina Michael Martens.

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Alekos Flambouraris, Tsipras Y Skourletis en el Parlamento griego.
Alekos Flambouraris, Tsipras Y javascript:;Skourletis en el Parlamento griego.Imagen: imago/W. Aswestopoulos

Lo cierto es que no hay alternativa, puesto que los griegos financiaron su bienestar a crédito. Esto también aplica a las altas pensiones que el Estado griego pagó en esos años. Es una percepción totalmente equivocada cuando Alexis Tsipras, Yanis Varoufakis y algunos políticos extranjeros piden un amplio programa de inversiones para elevar la media de los salarios griegos al nivel de hace siete años, porque ese monto nunca equivalió al rendimiento real de la economía nacional griega.

La quimera de ser rico por obra ajena

No es posible que Grecia recupere ahora su prosperidad de 2008, aunque en Atenas reine la idea de que se trata de un derecho natural. Es hora de que los griegos y sus políticos lo comprendan: la primera década después del cambio de milenio fue una excepción, que comenzó con la inclusión injustificada del país en el club del euro, al que nunca debió habérsele permitido entrar. Fue un desarrollo equivocado el que a la Grecia de entre 2001 y 2008 se le pudiera contar entre los países más ricos de la eurozona.

¿A menor rendimiento, mayor bienestar?

Lo que está ocurriendo en Grecia desde 2009 es, por lo tanto, un doloroso proceso de sano adelgazamiento del aparato estatal. Los servicios proporcionados por el Estado se están reduciendo a la medida que la economía griega puede financiar. ¿En qué libro está escrito que ese nivel debe estar por encima del esloveno, eslovaco o el letón?

El éxito de Syriza, el partido mayoritario en el poder, se debe a que sus héroes le hicieron creer a las mayorías griegas, más convincentemente que cualquier otra fuerza política, que existía algo así como un derecho natural al bienestar, sin necesidad de trabajar duro, como lo hacen otras sociedades europeas. Si esa ilusión se quiebra, será interesante ver cómo saldrán afectados los índices de popularidad de Tsipras y los suyos.