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Erdogan juega con fuego

Christoph Hasselbach | Rolf Wenkel
21 de julio de 2017

El presidente turco corre peligro de cortar la rama sobre la que está sentado. Porque Turquía es muy dependiente de Alemania. El Gobierno alemán revisa ahora sus garantías para inversiones en Turquía.

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Imagen: Reuters/Turkish Presidency

Después de muchos rodeos ocurre lo que muchos ya esperaron: teniendo en cuenta los numerosos conflictos con Turquía, el ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, anunció un "reajuste" de la política de Alemania hacia Ankara. Las medidas incluyen, entre otras cosas, el endurecimiento de las advertencias de viaje a Turquía. "No nos queda otra", dijo Gabriel, refiriéndose a la detención de ciudadanos alemanes en Turquía.

El el marco del reajuste de las relaciones se habla también sobre la concesión de garantías de crédito del Estado para inversiones de empresas alemanas en Turquía. "No podemos aconsejar a nadie a invertir en un país sin seguridad jurídica y en donde se declara a empresas inocentes de ser cómplices del terrorismo", dijo Gabriel en Berlín.

Medida eficaz

De hecho, sería una herramienta eficaz aumentar la presión sobre el presidente turco con medidas económicas. Muchos analistas piensan que Alemania y toda Europa dependen de Turquía porque Ankara impide el flujo de refugiados hacia Europa. Pero debido al cierre de la ruta de los Balcanes, esa dependencia ya no es tan fuerte como antes. En cambio, Turquía depende económicamente mucho más de Europa y, sobe todo, de Alemania.

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Alemania es el primer socio comercial de Turquía. Alrededor de un 10 por ciento de todas la exportaciones turcas con un valor de unos 14 mil millones de euros van hacia Alemania. En segundo lugar se encuentra Gran Bretaña y, en un tercer lugar muy lejano, Irak. Otros países no occidentales se encuentran muy por detrás en ese ranking. Por lo tanto no hay que perder más tiempo con palabras sobre una posible reorientación económica de Ankara hacia el este como alternativa a la UE.

Turistas ausentes

La industria del turismo es un factor económico muy importante en Turquía. Tradicionalmente genera alrededor del 13 por ciento del producto interno bruto. Suele ser una fuente de ingresos estable. Pero desde el año pasado, eso va cambiando. Primero por los ataques terroristas a principios del año 2016 en Estambul en los que también murieron alemanes. Y luego por el golpe de Estado fallido en julio. 

Esto significó un golpe duro para la industria del turismo. Las cifras cayeron en más del 40 por ciento. Casi cuatro millones de alemanes pasaron sus vacaciones en 2016 en Turquía. En comparación con el año récord de 2015 se observó una disminución de casi dos millones de turistas.

La economía en picada

La política de Erdogan ha dañado gravemente a la economía turca. El crecimiento económico turco fue alucinante poco después del comienzo del nuevo milenio. Con unas tasas de crecimiento de más del siete por ciento, incluso superó a China. Pero esos son éxitos del pasado. La lira turca perdió un 30 por ciento de su valor desde el golpe de Estado. La inflación es de un ocho por ciento y la tasa de desempleo es superior al diez por ciento.

A la incertidumbre económica se suma la incertidumbre política. Erdogan es responsable de miles de detenciones y actúa como un autócrata. Esto empieza a tener consecuencias en el mundo de los negocios. Inversionistas prefieren sistemas políticos estables y seguridad jurídica. Erdogan representa todo lo contrario.

Autores: Christoph Hasselbach/Rolf Wenkel (GG/VT)