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G7: más ideas que acuerdos para combatir la pobreza

4 de febrero de 2005

El incremento de la ayuda para los países más pobres es uno de los temas centrales del encuentro de ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales del G-7, que tiene lugar en Londres.

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"Entierren la deuda", pedían manifestantes en Londres.Imagen: dpa

“Como la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es un designio de la naturaleza. Es obra humana y puede ser superada y eliminada por los hombres”. Las palabras pronunciadas por el ex presidente sudafricano Nelson Mandela en vísperas de la reunión del Grupo de los 7 aún resuenan en Londres y definen el reto principal que figura en la agenda de los ministros de Finanzas de las principales potencias industrializadas. La lucha contra la miseria es un tema recurrente, pero no una batalla imposible de ganar, como se encargó de recordar Mandela, muy a tiempo para remecer conciencias. Lo que hace falta es voluntad real de acometer la tarea y, desde luego, dinero.

Exceso de propuestas

Liberar los recursos necesarios para cumplir las metas del milenio, que ni siquiera consisten en erradicar la pobreza extrema sino sólo en reducirla a la mitad hasta el año 2015, está resultando más difícil que nunca, en vista de los problemas presupuestarios que afligen a las economías más poderosas del mundo. De ahí que la discusión gire actualmente en torno a cómo conseguir fondos para incrementar la ayuda al desarrollo y financiar propuestas como las de condonar la deuda externa a los países más pobres.

Ideas no faltan. Es más bien el exceso de posibilidades lo que induce a círculos alemanes a descartar que en esta reunión de Londres se tomen acuerdos concretos. Entre el abanico de propuestas destacan la que formuló el presidente francés, Jacques Chirac, de aplicar un impuesto a las transacciones internacionales de carácter especulativo y la planteada hace ya un tiempo por Gran Bretaña, de captar dinero en el mercado de capitales mediante la colocación de bonos. Eso permitiría movilizar con rapidez recursos que, a juicio de Londres, habría de elevarse a unos 50 mil millones de dólares anuales hasta el 2015.

Alemania a dos voces

La iniciativa francesa, que el canciller alemán, Gerhard Schröder, considera interesante de analizar, adolece de una grave desventaja: por ahora no concita consenso. En la esfera económica germana se ha manifestado ya gran resistencia, también en Alemania, con el argumento de que se encarecerían los negocios internacionales de todo tipo, aparte de que sólo podría funcionar si todos los países se sumaran, lo cual parece ilusorio. La propuesta británica, por su parte, tiene la desventaja de todos los planes que se llevan a cabo con dinero prestado: después habrá que pagar, y con intereses, cosa que no agrada en absoluto a los estados que luchan por reducir sus montañas de deudas fiscales.

En Alemania ni siquiera hay consenso dentro del círculo gubernamental. El ministro de Finanzas, Hans Eichel, quien no comparte las simpatías que en principio siente Schröder por el modelo francés, se dispone a ofrecer a sus homólogos otra alternativa más: un impuesto al kerosene. Partiendo de la base de que Estados Unidos no aprobará esta propuesta, se especula que podría llevarse a la práctica primero en Europa. Pero las líneas aéreas ya están protestando por las desventajas que les reportaría. En todo caso, Washington rechaza igualmente las propuestas de París y Londres, de modo que no se vislumbra de momento ninguna medida concreta que los 7 puedan poner en práctica conjuntamente en breve para que esta lucha contra la pobreza deje por fin de ser reflejo del mito de Sísifo.