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Guerra al embotellamiento

5 de mayo de 2003

Cien mil automovilistas pagan diariamente un "peaje" especial para ingresar al centro de Londres. A tres meses de su entrada en vigor, el "impuesto a la Congestión" es un éxito, según las autoridades y los conductores.

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Los embotellamientos ya no martirizan a los londinenses.Imagen: AP

Algunas grandes urbes europeas están dando una batalla frontal contra uno de los males más comunes de las metrópolis: los atascamientos de vehículos, que no sólo implican atrasos y contaminación, sino que ponen de punta los nervios del común de los mortales motorizados.

Roma: ¿ciudad abierta?

Las alertas ambientales, tan familiares para los habitantes de Ciudad de México o Santiago de Chile, también ponen en pie de alerta a grandes ciudades italianas como Turín, Milán o Roma. El asunto es grave: de acuerdo con estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, 15.000 italianos mueren anualmente debido a las consecuencias del smog. Las autoridades romanas cortaron por lo sano, proscribiendo desde comienzos de año a los vehículos sin catalizador del centro urbano. Ni siquiera el mítico FIAT 500 se libra de dicha disposición, vigente dentro del perímetro marcado por el cordón ferroviario que circunvala la capital italiana.

Pero no sólo está en juego el medio ambiente y la salud física de transeúntes y automovilistas. En el caso de estos últimos, también su resistencia síquica soporta duras pruebas, cada vez que se quedan varados en un atascamiento de tránsito. Avanzar cuesta nervios y tiempo. En las calles de Milán, por ejemplo, la velocidad promedio bordea los 12 kilómetros por hora, en automóvil.

Bólidos londinenses

En comparación, los vehículos que circulan por Londres parecen verdaderos bólidos, alcanzando los 30 kilómetros por hora en promedio. Pero no siempre fue así. Hasta hace aproximadamente tres meses, también los conductores londinenses sufrían a diario la pesadilla de los embotellamientos y estaban acostumbrados a velocidades de unos 16 km/h. El pequeño milagro que ahora se hace evidente en la capital británica obedece a la entrada en vigor del "impuesto a la Congestión". Desde mediados de febrero, los automovilistas deben pagar 21 libras esterlinas (unos 8 dólares) para poder ingresar al centro de la cuidad, en días laborales.

El área restringida, de 21 kilómetros cuadrados, donde se concentra por ejemplo la actividad bursátil, es vigilada por 700 cámaras. Éstas se encargan de detectar a los que intenten burlar la disposición, que contempla excepciones para los taxis, vehículos de socorro o automóviles de minusválidos, entre otros. Aunque ya proliferan los trucos para evitar el pago y ha habido más de algún tropiezo, el balance de las autoridades es positivo: los londinenses no se rebelaron en masa contra el impuesto, como auguraban sus detractores. En concreto, el número de vehículos que transitan por la zona restringida se redujo en casi un 20% y la gente nota la diferencia. Por otra parte, la alcaldía espera recaudar cerca de 130 millones de libras adicionales, que se propone destinar a mejorar el transporte público. El balance oficial sólo se hará pasado medio año pero, desde ya, la idea parece haber sido todo un éxito. Y bien podría hacer escuela en otras capitales europeas.