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Las plantas maravillosas del Namib

Brigitte Osterath
18 de septiembre de 2017

Dos plantas han llevado la vida a la perfección en el desierto del Namib, en África, de unos 2.000 kilómetros de largo y entre 80 y 200 kilómetros de ancho.

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Welwitschia mirabilis in der Namib
Welwitschia mirabilis en el Namib.Imagen: Rainer Dückerhoff

Lidiar con condiciones difíciles es una cosa. Pero lo que la Welwitschia mirabilis y la Acanthosicyos horridus logran, es algo muy diferente: son dos plantas que han llevado la vida en el desierto a la perfección.

La Welwitschia crece solo en el desierto del Namib, en Namibia, y es la planta nacional del país. La planta joven no tiene nada de extraordinario. Crece próxima al suelo y parece muerta. En toda una atracción se transforma cuando crece. Como la Welwitschia gigante que se halla 50 kilómetros al oeste de Swakopmund, en la costa atlántica.

Tiene la altura de un ser humano y su edad se estima en 1.500 años. Una cerca la protege de los visitantes. "Lo que la ha mantenido con vida tantos años es la niebla, cuya humedad absorbe a través de raíces extremadamente finas”, dice Titus Shuuya, científico del Centro Gobabeb de Investigaciones sobre el Desierto.

La niebla de la vida

La niebla es característica del desierto del Namib. Se forma en la costa del Océano Atlántico, donde la corriente fría de Benguela choca con masas de aire calientes y húmedas. El viento la lleva luego hacia el interior del desierto.

La Welwitschia crece 0,37 milímetros por día, como constató Titus Shuuya. Pero si las condiciones ambientales son menos favorables, simplemente crece menos, agrega Monja Gerber, bióloga de Gobabeb.

Eso es lo que la hace tan longeva: su paciencia para soportar las malas condiciones y esperar que mejoren. Las Welwitschia tiene solo dos hojas, también la de 1.500 años de edad. A primera vista no se ve, porque son muy largas y sus puntas se subdividen numerosas veces.

Esas hojas subdivididas se enrollan alrededor de su parte inferior. "Así dan sombra a las raíces y evitan la pérdida de humedad”, explica Titus Shuuya. La Welwitschia también puede cambiar de color. Cuando hace mucho calor, produce más pigmentos rojos, que la protegen de los rayos solares. Cuando bajan las temperaturas, produce más clorofila, el pigmento verde básico de la fotosíntesis.

Una planta que genera su propio entorno

No tan famosa como la Welwitschia, pero no por eso menos impresionantes es la nara (Acanthosicyos horridus). Es un arbusto sin hojas, pero con espinas, que también crece solo en el desierto del Namib. La falta de hojas minimiza la pérdida de agua. La fotosíntesis la realiza a través de sus ramas y espinas verdes, a través de las que puede absorber directamente humedad.

Nara-Pflanze in der Namib-Wüste
Naras: las plantas que construyen sus propias dunas. Imagen: DW/B. Osterath

La nara genera su propio entorno. Crece sobre dunas de arena, que antes no existían: la planta las construye ella misma. Eso funciona así: cuando surge lentamente del suelo del desierto, la nara reúne arena a su alrededor, traída por el viento. En algún momento, la parte inferior de la nara queda completamente cubierta por arena. Entonces muere y sirve de nutriente a una nueva planta que crece sobre la primera. Así se forman cúmulos de naras de hasta tres metros de alto, fijando cada vez más arena.

Melones en el desierto

Lo particular en la nara es también su fruto: las naras femeninas producen melones amarillo-anaranjados, grandes como huevos de avestruz. Los melones son una fuente alimenticia acuosa, no solo para los animales, sino también para los seres humanos. Los topnaars –un pueblo namibio del desierto– los cosechan regularmente y venden las semillas, ricas en aceites omega 3, que son usadas para producir cosméticos.

Nara-Pflanze mit Melone
Nara con melón en el desierto del Namib. Imagen: Picture-alliance/Hans Kanne

"La nara es la base de existencia de los topnaars”, dice Monja Gerber, integrante de un equipo que estudia si es posible cultivar naras en gran escala. Eso sería una gran ayuda para las comunidades topnaar, que viven en condiciones muy humildes.

Hasta ahora no se ha logrado cultivar la nara. Cuando se intenta trasladar un plantón de un lugar a otro, muere. Nadie sabe por qué, dice Gerber. Al igual que la Welwitschia, también la nara crece solo en algunas partes del desierto del Namib y en ningún otro lugar del mundo.