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Miedo en la frontera exterior de Europa

21 de octubre de 2016

Gitanos contra refugiados. La presencia de refugiados en Bulgaria desata conflictos sociales. DW habló con los habitantes de Harmanli, un pueblo en la frontera turco-búlgara.

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Bulgarien Flüchtlingslager in Charmanli Flüchtling Gülachmad
Imagen: DW/T. Vaksberg

"¿Que los europeos protegen sus fronteras? ¿En Bulgaria? Eso no es posible”. Ivan no lo cree. No se ha enterado de que la nueva Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas opera desde el pasado 6 de octubre en la frontera turco-búlgara. Ivan es vendedor de fruta en el mercado de Harmanli, una pequeña ciudad de 18.000 habitantes, situada solo a 30 kilómetros de la frontera turca. En la localidad hay un campo de refugiados. "Me dan pena”, dice Ivan. "Llegan engañados”. Según él, arriesgan su vida, pagan mucho dinero a los traficantes de personas para llegar finalmente a Bulgaria, "donde las condiciones de vida en los campos de refugiados son terribles y la policía es brutal”.

En Harmanli nadie ha oído que en la frontera turco-búlgara hay 130 oficiales de la Unión Europea haciendo su trabajo. Quienes protegen las fronteras pasan desapercibidos, pero los refugiados despiertan expectación en Harmanli. Sobre todo, hay una cuestión que inquieta a sus habitantes: ¿por qué la ciudad está llena de policías y gendarmes?

Según ellos, se trata de fuerzas búlgaras adicionales que están allí "para proteger a los ciudadanos  de los refugiados”. Pero, en realidad, los oficiales suponen una molestia para los habitantes. "En solo una semana, me han pedido los papeles por la calle en tres ocasiones”, dice Mitko, enfadado. "¿Por qué quieren comprobar mi identidad? Yo vivo aquí desde que nací”.

Gitanos contra refugiados

Mitko tiene una explicación para ello. Los gitanos resultan siempre sospechosos para la Policía. Muchos otros hombres de Harmanli que, al igual que Mitko, tienen piel oscura, han tenido experiencias similares. "¿Qué hacen aquí los policías?", pregunta una mujer que acaba de colgar la ropa recién lavada a la puerta de su casa. "Aquí solo hay gitanos, no refugiados, ¿por qué nos acosan?”, pregunta airada. Y ella misma responde: "O los policías no diferencian entre los refugiados afganos y los gitanos locales o lo que buscan expresamente es intimidar a los gitanos”.

Bulgarien Flüchtlingslager in Charmanli Eingang
Entrada al campo de refugiados de Harmanli, en BulgariaImagen: BGNES

En un café del barrio gitano de habla turca de Harmanli, los habitantes cuentan que hace un par de semanas se inició el masivo despliegue policial. Según ellos, fue como consecuencia de una pelea en el campo de refugiados. Uno de ellos se enfada y dice que habría que expulsar a los refugiados de inmediato, "son gente peligrosa”, asegura. Otro hombre joven dice no tener miedo, pero le irrita que su mujer ya no se atreva a salir de casa cuando cae la noche. ¿De qué tienen miedo? Ante esta pregunta, el tono de voz se eleva y todos hablan al mismo tiempo. Según ellos, los refugiados son jóvenes que se mueven en grupo, que hablan un idioma que no entienden y las mujeres "los miran mal”. 

Un estudiante de habla turca interviene en la conversación diciendo: "Pero, hasta ahora no ha pasado nada, ¿no?”. Martin es un caso especial. Se ha hecho amigo de un refugiado sirio. Al principio, su madre se opuso a ello, pero después aceptó la amistad. El sirio, que ahora está en Alemania, se dirige a ella con la palabra "Anne”, que en turco significa "madre”.

Bulgarien Harmanli an der bulgarisch-türkischen Grenze Iveta Lazarova
Iveta Lazarova: "La gente siente miedo, no odio hacia los refugiados"Imagen: DW/T. Vaksberg

"Solo es miedo, no es odio”

Por lo demás, la actitud en Harmanli hacia los refugiados no es agresiva. "La gente tiene miedo, pero no siente odio hacia los refugiados”, dice la camarera Iveta Lazarova. "Todos estamos de acuerdo en que, por las noches, deberían cerrarse las puertas del campo de refugiados para que las mujeres de Harmanli se sientan seguras”. 

La camarera no sabe que ese cierre ya se lleva a cabo, pero ella asegura no tener miedo: "Muchas mujeres se quejan de que los refugiados las miran con descaro. Pero estos hombres no están acostumbrados a ver mujeres en camiseta y sin velo en la cabeza. A mí nadie me mira así. Quizá porque yo tampoco los miro a ellos”. Para ella, el problema radica en otra parte: "Se mide a todos los refugiados con el mismo rasero. Pero, mientras los afganos se comportan mal y están poco formados, los sirios son educados y disponen de cualificación. Sin embargo, la gente local los trata a todos con hostilidad”, asegura.

"Sencillamente, no tienen nivel”, dice Mitko mientras hace una pausa. "Los refugiados son maleducados”, opina. De repente, se da cuenta de que este calificativo también se le puede aplicar a él. Tira el cigarrillo y se quita la capucha de la cabeza. Parece algo avergonzado, pero sonríe.

Autora: Tatjana Vaksberg