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No llores por mí, Argentina

Astrid Prange (MS/VT)22 de octubre de 2015

Es audaz y critica el capitalismo. Tras ocho años en el poder, Cristina Fernández de Kirchner abandonará la presidencia argentina después de las próximas elecciones. Pero quizá no sea el fin de la era Kirchner.

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Imagen: Reuters/C. Allegri

“Espero que en 2019 no me necesiten”. Esa fue la imprecisa frase que dirigió Cristina Fernández de Kirchner a la prensa para referirse a una posible vuelta a la vida política. Dörte Wollrad, directora de la sucursal de la Fundación Friedrich Ebert en Buenos Aires, traduce las palabras de la presidenta: “Eso significa: 'Me necesitarán'.

Lo cierto es que la despedida del palacio presidencial le va a resultar difícil a Fernández de Kirchner. Ya en 2013 trató de prolongar su mandato impulsando un cambio en la Constitución. Pero para tal modificación le hubieran hecho falta dos tercios de los votos del Parlamento. Tras ocho años en el poder, deberá abandonar el cargo. Su más seguro sucesor será Daniel Scioli, a quien apoyó durante la campaña electoral.

"No se puede continuar como hasta ahora"

Inflación, deuda fiscal, falta de divisas, proteccionismo y recesión. Argentina amenaza con sumirse en el caos económico. Y, por si fuera poco, los precios de los principales productos que exporta han caído en el mercado mundial entre el 20 y el 35 por ciento. Todos los expertos coinciden en que, dada la aguda crisis, el nuevo presidente se verá obligado a recortar en programas sociales y subvenciones.

“No se puede continuar como hasta ahora”, confirma Dörte Wollrad. “Cristina Fernández de Kirchner observará desde lejos las reformas y en 2019 retornará cual ave fénix resurgida de sus cenizas para postularse de nuevo a la presidencia”, pronostica. Marcos Novaro, politólogo argentino, no está tan seguro de eso: “Es cierto que ha cuajado su imagen como la de una bienhechora”, admite Novaro, que dirige el Centro de Investigación Política de la Universidad de Buenos Aires (Cipol).

Protestas masivas contra la corrupción

Pero cree que sus opciones de regreso son escasas. “La mayoría de la gente hace un balance crítico”, explica. Esto ya se dejó sentir en 2013, cuando más de un millón de personas protestaron en las calles de Buenos Aires contra la corrupción en los círculos del Gobierno y el estilo autoritario de Cristina Fernández.

Pero en los barrios pobres periféricos de la metrópolis argentina, la lucha contra la corrupción no importa tanto como la pura supervivencia diaria. Es ahí donde la presidenta es celebrada como bienhechora, gracias a sus programas sociales. El gasto social del país ha crecido entre 1990 y 2010 del 18.5 hasta casi el 20 por ciento del Producto Interior Bruto.

Actualmente, hasta los más encarnizados enemigos de la presidenta le muestran su respeto: “El Gobierno de Cristina Fernández tiene una extraordinaria cualidad: la audacia”, declaró al diario El País el columnista argentino Jorge Lanata: “Cuanto más arrinconados están, más doblan la apuesta”. Esa frase encarna la obstinada negativa del Gobierno a cumplir con las expectativas de los llamados “fondos buitre”. Esta audacia ha conducido al país a un “default” técnico en 2014 y a un bloqueo en los mercados financieros internacionales.

Fórmulas peronistas

Dörte Wollrad reconoce la habilidad política de Cristina Fernández: “Es una populista nata. Sabe dónde hacer escuchar su voz”. Así, su iniciativa de reclamar en la Asamblea General de la ONU un derecho de insolvencia para los Estados, le trajo un ascenso en las encuestas, “aunque a Argentina esto no le sirva para nada”.

Su relación con el Papa es otro ejemplo de sus estratégicas habilidades. De la mañana a la noche, convirtió a Jorge Mario Bergoglio, de arzobispo enemigo de Buenos Aires, a santo de Roma. Su indignación por las críticas de Bergoglio al matrimonio homosexual pareció quedar atrás. Tras su elección como Papa, Fernández de Kirchner se convirtió en su más profunda admiradora. Aunque no se postule a la presidencia en 2019, los argentinos no olvidarán fácilmente a esta presidenta: “Ha dividido a la sociedad entre sus contrarios y sus seguidores”, dice Marcos Novaro, feliz de que concluya la era Kirchner. “El próximo Gobierno dispondrá de menos poder y eso es algo bueno”.