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Alemania, paralizada ante el cambio climático

3 de noviembre de 2016

Alemania viaja a Marruecos con las manos vacías. El gobierno no ha conseguido aprobar un plan para frenar el cambio climático antes de la conferencia de Naciones Unidas en Marrakech. Algo vergonzoso, opina Jens Thurau.

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RWE-Kraftwerk Niederaußem
Imagen: picture-alliance/dpa/Oliver Berg

En las conferencias sobre el clima, los alemanes siempre se alegran al escuchar que son pioneros en la reducción de gases de efecto invernadero, precursores del cambio del modelo energético o impulsores de una industria limpia. ¿Qué país avanzado ha logrado recortar la producción de tantos gases de efecto invernadero como Alemania desde 1990? Alemania: el gran defensor del clima. El pabellón alemán en la legendaria Conferencia de París que se celebró hace un año se convirtió rápidamente en punto de encuentro para negociadores, ecologistas y medios de comunicación de todo el mundo. Alemania siempre a la vanguardia.

Debilidad

En casa, sin embargo, se esfuman los elogios que recibe el gobierno en la escena internacional. La gran coalición planeó en su día el diseño de una posible y concreta hoja de ruta sobre política climática de aquí a 2050. Esta definía el camino a seguir y el próximo objetivo: lograr una reducción del 40 por ciento de las emisiones hasta 2020. Pero quedan preguntas por resolver. Por ejemplo, ¿cuándo piensa despedirse Alemania del carbón? ¿Cómo luchará contra las todavía altas tasas de emisiones que produce el transporte por carretera? La idea de reducir drásticamente las emisiones de aquí a mediados de siglo fue una apuesta de Merkel en la cumbre del G7 del año pasado. Allí anunció que Alemania implementaría un plan para lograrlo. El documento salió de la sede del Ministerio de Medio Ambiente pero durante su paso por otros ministerios acabó roto en pedazos. Sobre todo salió dañado del de Economía -que dirige el exministro socialdemócrata de Medio Ambiente Sigmar Gabrel- y de la Cancillería de Angela Merkel –exministra de Medio Ambiente- y su jefe de Gabinete, Peter Altmaier – también exministro de Medio Ambiente-.

Thurau Jens Kommentarbild App
El periodista de Deutsche Welle Jens Thurau.

Esta lista no vinculante de buenas voluntades, sin embargo, no será ejecutada antes de la conferencia de Marrakech. Y todo porque los democristianos de la CDU aún tienen que hacer algunos cambios. Sólo ahora, cuando no queda tiempo para reaccionar, la ministra alemana de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, hacer valer la autoridad de su jefa. Pero no hay tiempo de reacción. Algo que obliga a Hendricks a presentarse con las manos vacías en el cónclave anual sobre el clima que arranca la próxima semana.

En la actualidad política del país hay temas más urgentes: refugiados, populismos de derechas, crisis internacionales -Siria, Ucrania- y temas sociales olvidados hace tiempo pero tan importantes como las pensiones. Pronto arrancará la campaña electoral y llegarán los problemas que éstas generan. Al mismo tiempo, la transición energética se ejecuta silenciosamente para tranquilidad del país. ¿Por qué preocuparnos del cambio climático si somos pioneros en el tema? Los políticos alemanes solo piensan en construir molinos de viento, en instalar placas solares y en desmantelar centrales nucleares.

Alemania tiene que seguir siendo pionera

Los problemas llegan cuando uno se fija en detalles como las molestias que genera producir energía con carbón, sobre todo en estados federados como Renania del Norte-Westfalia o Brandeburgo, en los que gobierna el SPD. Y qué decir del transporte eléctrico, un sector en el que la industria alemana se ha quedado atrasada. Es hora de tomar impulso. Y es que ningún país tiene tan buenas condiciones para poner en marcha un ambicioso plan sobre protección del clima como Alemania. Para ello hay que adoptar medidas adicionales. Y no valer alegar como excusa que se lograron muchas cosas en el pasado. Sin un referente económico y creíble como Alemania será difícil cumplir la promesa realizada en París de mantener el calentamiento global por debajo de la barrera de los dos grados.