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Opinión: “Brexit”: ¡Bravo, Gina Miller!

6 de diciembre de 2016

La corte de mayor rango en el Reino Unido se dispone a determinar si el Parlamento británico tiene derecho a voz y voto en lo que concierne al “brexit”. Gina Miller paga un precio alto por poner esta moción en marcha.

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La administradora de fondos de inversión Gina Miller.Imagen: Reuters/T. Melville

Gina Miller debe haber sabido de antemano que se convertiría en blanco de los improperios del establishment anticomunitario cuando solicitó formalmente que la Corte Suprema del Reino Unido determinara la competencia de los legisladores para injerir sobre el "brexit”. Y es que desde junio de 2016, cuando la mayoría de sus compatriotas votó a favor de que Gran Bretaña abandonara las filas de la Unión Europea, son los adversarios de la integración regional quienes dominan el discurso público.

Amenazas de muerte y racismo flagrante

Pero, ¿era de esperarse que Miller terminara siendo objeto de amenazas de muerte? ¿Que se viera obligada a mudar su oficina y a mantener su dirección en secreto, que las circunstancias la llevaran a invertir decenas de miles de libras en su seguridad? ¿Que el diario sensacionalista The Sun la describiera como una "millonaria extranjera” y adornara su portada con una foto donde la piel negra de Miller se ve más oscura de lo que es? Lo más probable es que esta administradora de fondos de inversión nacida en Guyana no contara con eso.

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Birgit Maaß, comentarista de DW.

Este lunes (5.12.2016), Miller se presentó ante el tribunal de mayor rango en Gran Bretaña como si estuviera a punto de participar en una batalla: flanqueada por dos guardaespaldas, con los labios apretados, incapaz de sonreírle a quienes la habían acompañado para apoyarla. Cabe acotar que, aunque Miller está en contra de que el Reino Unido se separe del bloque comunitario, su demanda no es una querella contra el "brexit”. Lo que ella busca es que se reconozca que el Parlamento británico tiene derecho a voz y voto en esa materia.

Miller introdujo su demanda para evitar que Theresa May y los miembros de su Gobierno decidieran solos la derogación del vapuleado artículo 50, que reguló la entrada de Gran Bretaña al seno de la UE. Pero los acólitos del "brexit” temen que ese proceso sea diluido o incluso obstaculizado por los lores y los comunes; es por eso que ellos aspiran a que sea el Ejecutivo, y ninguna otra instancia, el que se pronuncie sobre el asunto. Lo irónico de esa postura es que contradice el canto de guerra de quienes le dijeron "si” al "brexit”.

Durante la campaña previa al plebiscito, los antieuropeos clamaban "Take back control!”. La idea detrás de ese eslogan era que "el Parlamento más grandioso del mundo”–así perciben muchos británicos a su órgano legislativo bicameral– recuperara el control. Si la Corte Suprema de la isla le da la razón a Miller, la demandante, los legisladores locales recuperarán el control del que tantos hablan.

Las amenazas, los insultos sexistas y racistas que Gina Miller ha tenido que soportar son síntomas del cambio registrado en Gran Bretaña. Desde junio, cuando se efectuó el referendo en torno al "brexit”, las agresiones físicas contra grupo sociales minoritarios han proliferado a tal punto que el Gobierno se ha visto en la necesidad de promover los "tradicionales valores británicos” de la tolerancia y el respeto a la libertad de opinión mediante campañas como #BetterThanThat: "Somos mejor que eso”.

¿Por qué callan los proeuropeos? ¿Por miedo?

Mientras tanto, los políticos británicos proeuropeos guardan un silencio extraño. Muchos de ellos parecen temerle a sus inescrupulosos adversarios; parecen tenerle miedo a medios como el Daily Mail, que recurrió al término fascista de "enemigos del pueblo” para describir a los magistrados de la Corte Suprema por aceptar, en primera instancia, la demanda de Gina Miller y sus aliados. Parecen temerle a la gente que en Twitter llamó a "jocoxear” a la legisladora conservadora europeísta Anna Soubry. Sí, "jocoxear”: asesinar a Soubry como fue asesinada la legisladora proeuropea Jo Cox.

Se espera que el proceso iniciado por Gina Miller termine a principios de 2017 y se cree probable que los jueces respalden su línea argumentativa: si fue el Parlamento británico el que promulgó una ley en 1972 para propiciar la entrada del Reino Unido a la UE, tiene sentido que sea el Legislativo, y no solamente el Ejecutivo, el que decida sobre su salida.

Pocos efectos sobre el cronograma

¿Qué efectos tendría un veredicto como ese sobre el proceso del "brexit”? Posiblemente muy pocas. Theresa May está decidida a cerrar este capítulo lo antes posible –con o sin el involucramiento del Parlamento– y a aferrarse a su cronograma: a principios del próximo año quiere invocar el artículo 50. Tan pronto lo haga comenzará a correr el reloj. En un máximo de dos años debe quedar resuelta la definición del nuevo estatus de Gran Bretaña. Por muy proeuropeos que sean, muy pocos comunes en la Cámara Baja se opondrán a la voluntad los electores, que votaron mayoritariamente a favor de abandonar la UE. Después de todo, los parlamentarios quieren ser reelegidos.

"Ella sí que tiene agallas”, suele decirse hoy día sobre Gina Miller. Ella y todo aquel que se posicione a favor de permanecer en el bloque comunitario van a necesitar esas agallas en el futuro: si la Corte Suprema del Reino Unido sentencia a su favor, los señalamientos públicos contra la "entorpecedora del ‘brexit' ”, como la tildó el diario The Sun, se multiplicarán. ¡Bravo, Gina Miller!

Autora: Birgit Maaß