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Opinión: claras palabras para Turquía

3 de noviembre de 2016

“Alarmante a un punto máximo”, considera la canciller Angela Merkel la ola de detenciones de periodistas en Turquía. No le quedaba de otra.

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Angela Merkel Recep Tayyip Erdogan Bildkombo
Imagen: picture-alliance/dpa/Kappeler/DW

Cuando el pasado lunes fue detenido todo el comité directivo del periódico Cumhurriyet en Turquía, el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, aseguró que en Berlín hay preocupación. La libertad de prensa es un alto valor democrático, dijo. ¿En verdad? Casi al mismo tiempo, el líder de Los Verdes, Cem Özdemir, afirmó que en Turquía ya no existe la libertad de prensa y, por tanto, ese país jamás podría ser admitido como miembro de la Unión Europea (UE). Poco más tarde, prosiguió: "Quien quiera introducir la pena de muerte puede asociarse con Corea del Norte o con cualquier otro país. Pero jamás con la UE”. Son palabras claras.

Uno representa al Gobierno, el otro, a la oposición. Son ciertamente papeles distintos. Pero ahora incluso la canciller ha comprendido que Alemania y la UE deben llamar por su nombre a la situación en Turquía. Y esto suena así: lo que pasa en Turquía es sumamente alarmante y es el ejemplo más reciente en un fenómeno de por sí muy triste. Así lo dijo Merkel el miércoles.

Jens Thurau, periodista de DW

El largo silencio y sus causas

Triste. Sumamente alarmante. Son términos claros que muchos le pedían desde hace tiempo a la jefa del Gobierno alemán. El que se haya tardado tanto en pronunciarlas obedece a dos factores: la política de la UE hacia los refugiados y la especial relación entre Turquía y Alemania.

La crisis de refugiados: en las buenas y en las malas, la canciller depende de Ankara en cuanto a la cuestión de los refugiados. El acuerdo entre la UE y Turquía para que este país acoja a muchas de las personas varadas en Europa, es la única estructura sobre la cual Merkel puede construir una solución. Hasta el momento. Ahora, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Cavusoglu, amenaza con desconocer el pacto en los próximos días, si es que no llega el prometido levantamiento de la exigencia de visados para turcos en Europa. Pero este no puede darse, si Europa no quiere perder por completo las formas ante el déspota Erdogan. Si Merkel encuentra ahora palabras claras para condenar la represión contra periodistas, esto puede ser una señal de que ya ni ella misma cree que la de por sí atrevida alianza con Ankara puede durar mucho. Pero cómo podría verse otra política, es cosa que aún está por definirse.

La larga tardanza de Merkel también tiene que ver con la especial relación entre Alemania y Turquía. Cuatro millones y medio de personas –alemanes de origen turco o personas con pasaporte de ese país- viven en Alemania. Si el gobierno en Turquía se transforma en una dictadura, esto tendría para Alemania consecuencias muy distintas a las que tendría en un país lejano. Merkel siempre lo supo. Si su tardanza en llamar a las cosas por su nombre responde al cuidado de dicho vínculo especial, eso sería comprensible.

Aspiraciones al olvido

Pero la canciller nunca fue partidaria de aceptar a Turquía en la UE. Bajo su liderazgo surgió el término mágico "asociación privilegiada”, que no expresaba más que un profundo escepticismo en cuanto a que Turquía se convirtiera en un miembro pleno del bloque comunitario. A ello se suma en que amplios sectores del conservadurismo alemán (y también en otros países) no admitían la idea de acoger a un país musulmán en la UE. Pese a todo, esto hubiera sido posible con anteriores gobiernos turcos. Pero actualmente no lo es. Todo es cosa del pasado. Ante lo que sucede hoy en Turquía, no puede haber opiniones diferenciadas en la UE. Por eso es que, en este tema, oposición y Gobierno en Alemania hablan con voces similares.