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Opinión: De todo un poco para Europa

Barbara Wesel 15 de septiembre de 2016

Europa está en una crisis existencial, según el presidente de la Comisión Europea. Pero en lugar de ofrecer un gran proyecto político, ofrece proyectos de pequeña escala. Una retirada calculada, dice Barbara Wesel.

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Imagen: picture-alliance/dpa/P. Seeger

Un Jean-Claude Junker frío y sin emociones, leyó su discurso sobre el estado de la Unión Europea con el entusiasmo con que se leería la cotización bursátil. No queda rastro del apasionado europeísta de antes. El presidente de la Comisión Europea suprimió el énfasis en la solidaridad y la unidad y dio marcha atrás tanto retórica como políticamente.

Quien tiene visiones debe ir al médico. Fiel a este dicho del excanciller Helmut Schmidt, la temperatura emocional de este inventario quedó apenas sobre cero. Sin hablar más acerca de continuar la integración en Europa, Juncker resaltó la diversidad de las naciones y dio la impresión de que quería, de alguna forma, tomar en cuenta a los populistas y su palabrería. Pero nunca ha servido de nada intentar congraciarse con ellos.

Muchos proyectos pequeños

Por lo demás, el jefe de la Comisión les ofreció a los ciudadanos una colorida mezcla de caramelos: Internet gratuito, protección para los trabajadores del acero, dinero para productores de leche, proyectos contra el desempleo juvenil, lucha contra la evasión fiscal y un nuevo derecho de autor: cada uno podrá elegir lo que más necesite. Pero es difícil que se vaya a reencantar con esas medidas a aquellos que ya se dejaron atraer por los populistas de extrema derecha.

La única iniciativa política de la directiva de la UE se refiere a la seguridad y la defensa: los ciudadanos están desconcertados y temerosos, dice el diagnóstico. Ahora, los primeros guardias fronterizos de la UE deben entrar en acción dentro de dos meses en Bulgaria. Cuando la presión de la opinión pública es lo suficientemente fuerte, se puede ir muy rápido en Europa. Lo mismo vale para un sistema conjunto de control de las fronteras exteriores.

Barbara Wesel
Barbara Wesel

Y finalmente está el camino libre para un viejo proyecto franco-alemán: París y Berlín pueden comenzar a fraguar una unión defensiva bajo la premisa de que todos son bienvenidos y conformar, de este modo, un Ejército europeo. Todo esto serviría para apoyar a la OTAN, no para hacerle sombra. Los ciudadanos celebrarían el ahorro en Defensa. La votación del "brexit", y con ello el fin de la resistencia británica, podría dar alas a ese viejo anhelo. Finalmente hay algo positivo en el "brexit".

El "brexit" no nos destruirá

El "brexit" no nos destruirá, afirmó Juncker ante su público. La frase es correcta, porque el "brexit" sólo es una expresión -y no la causa- de la crisis europea. En muchos países de la UE existen dudas similares, similar rechazo a la unidad europea. En muchos lugares es una amenaza el regreso al nacionalismo, a las vallas fronterizas y a una nueva división en Europa. Si hay algo que puede destruir la Unión es la resurrección de los fantasmas del ayer.

Jean-Claude Juncker cree que es el momento de hornear bollos pequeños en Europa. Los jefes de Gobierno probablemente lo seguirán cuando se reúnan el viernes en Bratislava. “La historia no recuerda sino nuestros errores”, dijo el jefe de la Comisión. La UE tiene solo un par de meses para superar su depresión y luego enfilar hacia nuevos horizontes.