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Opinión: El reto de los refugiados

Felix Steiner (CP/ RML)20 de agosto de 2015

Este año llegarán a Alemania muchos más refugiados que en 2014, tantos como nunca desde el fin de la II Guerra Mundial. Es tiempo de recordar cinco verdades que, por banales, no son menos ciertas, opina Felix Steiner.

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Imagen: DW/F.Steiner

En realidad, la acogida de refugiados debería ser para Europa, marcada por el cristianismo, algo natural. Los cristianos creen en el Hijo de Dios, quien solo pudo salvarse de la muerte a manos de un brutal regente gracias a que logró huir. Por eso, no es casualidad que los voluntarios que ayudan a los recién llegados sean trabajadores de la Iglesia. Pero, en general, la Europa cristiana tiene dificultades para aceptarlos, y eso, mucho antes de haberse dado a conocer las nuevas cifras de las enormes oleadas de inmigrantes.

Uno: No todos los que llegan son refugiados

El término “refugiado” está definido claramente por el derecho internacional. Lo mismo vale para el derecho fundamental a solicitar asilo en Alemania. El criterio decisivo es que una persona sea perseguida, no que esté en desventaja o emergencia económica. Los motivos de las personas que se ponen en marcha hacia Europa y hacia Alemania son todos dignos de respeto, pero más de la mitad de los que llegan a este país no cumplen con los criterios requeridos para solicitar asilo. Eligen ese camino porque no ven otra posibilidad de pedir que se los reciba.

Felix Steiner, de DW.
Felix Steiner, de DW.

Ahora, Alemania está frente al mismo problema que un médico que actúa en una catástrofe: aun cuando quiere ayudar a todos, no puede hacerlo. Y por eso algunos heridos leves quedan sin atención, a pesar de que sufren dolores. Y a pesar de eso, el médico no está violando su Juramento de Hipócrates. Tampoco actúa de forma inhumana, sino que, simplemente, se comporta con sensatez. Por eso los refugiados de países y zonas en guerra y los realmente perseguidos deben tener prioridad ante las personas que vienen buscando una perspectiva económica que su país no les ofrece.

Dos: Los refugiados se quedarán de manera permanente

En el Nuevo Testamento se sobreentiende que, luego de morir el rey Herodes, Jesús, María y José regresaron a su lugar de origen. Pero, ¿quién cree seriamente que la paz retornará a Siria y que en Irak no habrá terrorismo en un futuro cercano? ¿O en un Afganistán estable? ¿O en la libertad en Eritrea y Somalia? ¿Quién cuenta con que habrá bienestar y prosperidad en Ghana, Senegal, Albania o Kosovo? Todo eso es muy improbable.

Ser previsor en política significa partir de que los refugiados que hoy están aquí han llegado para quedarse definitivamente, por lo cual la clase política debería empeñarse lo antes posible para lograr la mejor y más rápida integración de los nuevos ciudadanos. Y si fuese sincera, debería hacer algo más: dado que los focos de crisis alrededor de Europa no disminuirán, sino que aumentarán, los políticos tendrían que acostumbrarse a que habrá un número mayor de refugiados también en el futuro, y preparar de manera adecuada a los ciudadanos.

Tres: El trabajo y la educación son las bases de la integración

En realidad, todos saben que esto es así. Si la actual prohibición de trabajar para los solicitantes de asilo fue pensada como una medida de disuasión, ha fracasado. Además, el Estado ayuda mejor cuando los nuevos ciudadanos pueden contar lo más rápidamente posible con un ingreso propio. Y eso es lo que quieren. Junto con seguridad y libertad, también desean el estándar de vida que llevamos aquí. Muchos quieren, además, ayudar a sus familias enviándoles dinero.

¿Qué consecuencias tiene esto? Los refugiados deben establecerse, sobre todo, allí donde hay trabajo. Las casas vacías del este de Alemania pueden ser muy prácticas para albergarlos por primera vez, pero, ¿qué se supone que hagan luego allí? Mejor sería brindarles viviendas en los conglomerados urbanos. Lo mismo se aplica a nivel europeo. Especialmente Alemania insiste en que haya un reparto equilibrado de refugiados entre los Estados miembros de la Unión Europea. ¿Pero se puede pensar seriamente en enviar a jóvenes refugiados a países que ya tienen una tasa de desempleo de más del 30 por ciento? Así no se construye la integración. Así solo se conjuran odio y nuevos conflictos sociales.

Cuatro: El Estado debe respetar sus leyes

Si no quiere hacerlo, entonces tiene que crear nuevas leyes. Una ley de inmigración, por ejemplo. Si no puede, es un Estado fallido. En todos los casos, pierde el respeto de sus ciudadanos, que, por su parte, ya no ven motivo alguno para atenerse a las normas del Estado. Algo peligrosísimo para una democracia que depende del consenso de sus ciudadanos.

Los procedimientos de asilo en los que miles de personas son rechazadas pero luego pueden quedarse también son innecesarios. Tanto como las normas de la Convención de Dublín, que han dejado de funcionar hace 25 años. Es decir, que hay que anular esas normas o aplicarlas de una vez, aunque sea doloroso. Todo lo demás es engañar al ciudadano.

Pero hay casos en los que el Estado puede y debe tomar medidas en contra de la voluntad de sus ciudadanos: contra la de quienes atacan a los extranjeros, incendian hogares para refugiados o insultan de la peor manera a personas de otros países en internet. Muchos de esos insultos hace tiempo que cumplen con los requisitos como para ser declarados delitos de instigación al odio, y sin embargo se postean con nombre y apellido. Si se castigara a sus autores, se estaría sentando un precedente ejemplar que podría hacer milagros.

Cinco: La integración solo funciona si la practica la sociedad entera

Lo que suena como una verdad de perogrullo de un manual para políticos principiantes tiene un trasfondo real: las autoridades solas no pueden solucionar las tareas que representa la acogida de nuevos refugiados. El Estado necesita urgentemente ciudadanos que, además de donar vestimenta, juguetes y muebles, como ya lo están haciendo, se ofrezcan para enseñar alemán y acompañar a los inmigrantes a las oficinas públicas y los acepten como sus nuevos vecinos. Eso será más fácil de realizar cuanto más rápidamente se finalicen los trámites burocráticos y la gente pueda abandonar los campamentos y albergues provisorios para mudarse a viviendas permanentes. Pero también ayudaría que la canciller alemana diga simplemente: “Estamos ante un gran reto. ¡Necesito de su ayuda!”.

Asimismo, la realidad social de este país hace que mucha gente tenga miedo de los refugiados. Especialmente los habitantes del este de Alemania, así como los más pobres y los trabajadores menos calificados están muy preocupados de que los que llegan puedan quitarles el trabajo, la vivienda y las ayudas sociales. Una política creíble debe tomar esas preocupaciones en serio y dar seguridad. ¡Alemania puede lograrlo! ¿Quién sino Alemania?