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Sociedad

Opinión: inodoro y lucha cultural en Colonia

13 de agosto de 2017

Un centro cultural de Colonia instaló un "inodoro culturalmente sensible" específicamente creado para musulmanes. Difícilmente el racismo puede expresarse con más claridad, opina Kersten Knipp.

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Imagen: DW/Milan Gagnon

El baño es un lugar maravilloso que entrega a las personas una libertad infinita. Quien anda apurado, por ejemplo, retoma la calma rápidamente. Quien quiera un poco de tiempo para sí, puede resolver un crucigrama o leer un cómic. El baño es el lugar donde los seres humanos podemos experimentar nuestra autonomía física.

Lo que define a la ida al baño, lo que define incluso culturalmente a ese momento, lo analizamos de nuevo gracias a la administración del centro cultural colonés "Alte Feuerwache". Los "baños culturalmente sensibles" que serán instalados en ese lugar trazan una línea que va desde la defecación hasta la identidad colectiva: es musulmán quien procede a evacuar en cuclillas.

¿Baños adecuados?

La banal ida al baño es para este centro cultural un punto de quiebre en la integración. Con ello sacan adelante la idea, defendida por sus dirigentes, de que instalar estos inodoros es algo que hace justicia a los musulmanes.

Que en Medio Oriente cada vez haya más y más inodoros así como los conocemos en Occidente no les importa a estos sensibles mediadores culturales. Que también los musulmanes prefieran la comodidad y la limpieza es un asunto secundario para estos señores.

Kersten Knipp.
Kersten Knipp.

El viejo nuevo orientalismo

Este "inodoro culturalmente sensible" puede tomarse como una variante contemporánea del buen y viejo orientalismo. Sobre ese tema escribió el filósofo palestino-estadounidense Edward Said un grueso volumen. En breve, la tesis del orientalismo señala que los europeos han subestimado a los musulmanes desde siempre: apenas pueden escribir y leer, no tienen nada más que religión en sus cabezas y deben ser educados con urgencia... Los europeos han basado tales ideas en sus preconceptos colonialistas.

Para empaparse de la cultura islámica los sensibles coloneses podrían haber tomado algunos ejemplos de altísimo nivel. Ibn Khaldoun, por ejemplo, el exégeta medieval de los conflictos sociales. O Mohammed Abduh, el teólogo reformista que marcó a los suyos en los siglos XIX y XX; o el recientemente fallecido poeta Nizar al-Qabbani, que instó a sus correligionarios a aproximarse críticamente a las tradiciones. Todas estas figuras muestran de forma irrebatible el dinamismo cultural del islam.

Los antimodernos

Pero los miembros del centro cultural de Colonia son otros. Sus líderes ven a los musulmanes como seres estáticos, como personas que no pueden evolucionar, que insisten en mantener las tradiciones. Los cambios, incluso en cosas banales como ir al baño, no son razonables.

El respaldo a esta forma de ver las cosas viene de donde menos se esperaba: de los llamados "movimientos de identidad". También ellos se niegan a los cambios, también ellos prefieren no saber de las sociedades actuales, dinámicas y cambiantes. Los arquitectos de los "baños culturalmente sensibles" y el movimiento de identidad se juntan en su hostilidad subterránea a la modernidad.

¿Amor por el fundamentalismo?

Cuán lejos han llegado los coloneses lo muestra también el hecho de que los baños no fueron instalados, intencionalmente, con dirección a La Meca. Las nalgas desnudas podrían ofender al creador del mundo. Un ritualismo tan rígido y superficial Europa lo dejó atrás tras las luchas por la libertad en la Ilustración. Aparentemente, bajo la capa de la "sensibilidad cultural", ese ritualismo pretende volver a ingresar en nuestras vidas por la puerta trasera. ¿O acaso debemos asumir que los responsables de este baño tienen un amor oculto por el fundamentalismo religioso?

Todos mis amigos árabes me han asegurado que ni su felicidad ni su integración pasa por el baño. Lo ocurrido en Colonia lo encuentran simplemente ridículo.

Autor: Kersten Knipp (DZC/LGC)