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Opinión: Israel, objeto de pugnas en EE. UU.

Maya Shwayder
25 de marzo de 2017

La nominación de David Friedman como embajador de EE. UU. en Israel es un mal augurio. Con un extremista en un lugar tan explosivo, Washington pone en riesgo su rol de mediador en el Medio Oriente, opina Maya Shwayder.

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USA David Friedman
Imagen: Reuters/M. Segar

Durante las gestiones de otros presidentes estadounidenses el escenario lucía así: cuando el Senado sometía a votación la ratificación del nombramiento de un embajador para Israel, ese proceso era la evidencia de un acuerdo que estaba por encima de las divergencias entre demócratas y republicanos. Tirios y troyanos se reunían para intercambiar palmadas en los hombros y demostrar que, juntos, respaldaban la democracia en el país mediterráneo.

Desde hace décadas, a escala internacional, Estados Unidos es el país ejemplar a la hora de apoyar claramente a Israel. Muchos Estados usan la política pro-israelí de Washington para orientarse cuando se discute sobre el conflicto entre palestinos e israelíes, la madre de todas las discordias en el Cercano Oriente.

Kommentarbild PROVISORISCH Maya Shwayder
Maya Shwayder, comentarista de DW.Imagen: DW/M. Müller

Fuerte resistencia entre los lobbyistas y en el Senado

Sin embargo, algo ha cambiado tras la nominación de David Friedman como embajador de EE. UU. en el país regido por Benjamin Netanyahu; Friedman es un pro-israelí de línea dura, un hombre de derecha, un entusiasta de los asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados, un abogado ortodoxo que hasta ahora ha sobresalido como asesor de Donald Trump, el nuevo "hombre fuerte” de Washington, en todo lo concerniente a Israel. Raras veces ha sido tan controvertida en el Senado la selección de un embajador estadounidense para ese país.

Tanto los demócratas como los republicanos comenzaron a removerse en sus asientos tras la primera confirmación de su nominación por parte de una comisión del Senado. Sólo un demócrata votó por Friedman. Los lobbyistas liberales hicieron todo lo que estuvo a su alcance para impedir la ratificación de Friedman. La resistencia se hizo sentir –en una votación que culminó con 52 voluntades contra 46 en el Senado–, pero no pudo frenar el nombramiento de Friedman.

Eso va a traer consecuencias: el significado de la expresión "pro-israelí” va a cambiar bajo la batuta de un embajador que defiende posiciones tan extremas como las suyas, independientemente de que Friedman tenga su oficina en Tel Aviv o mude su despacho a Jerusalén, como lo tienen planeado tanto él como el presidente Donald Trump. Eso va a influir sobre toda la política para el Cercano Oriente. Es poco probable que se vuelvan a iniciar conversaciones de paz con el presidente palestino Abás. En cambio, es posible que el status quo de Netanyahu y su coalición de derecha se consolide y que los intereses de los palestinos sean desestimados por Friedman, con el visto bueno de Trump.

Estados Unidos, del lado de los extremistas de derecha

Así, el Gobierno de Estados Unidos pone su peso del lado de los extremistas de derecha en Israel. La solución de dos Estados será abandonada, la construcción de asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados continuará su curso, la presencia israelí en Cisjordania se acentuará y en Washington se multiplicarán las pugnas en torno a si esa realmente puede ser la política "pro-israelí" correcta.

Las discusiones previas y los resultados justos en las votaciones del Senado demuestran que se ha roto el consenso entre republicanos y demócratas en lo alusivo a Israel. Esta brecha sólo puede crecer con Friedman como embajador de Estados Unidos en Israel. Y en este momento es imposible prever qué país podría sustituir a Estados Unidos como mediador en el Cercano Oriente.