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Opinión: Juicio sin mandato

17 de noviembre de 2016

Rusia es apenas otro de los países que se alejan de la Corte Penal Internacional. Esto pone en duda la credibilidad del tribunal, opina Alexander Göbel, corresponsal de ARD en Rabat.

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Ahmad Al Faqi Al Mahdi Prozess Den Haag Strafgerichtshof Weltkulturerbe
Imagen: picture-alliance/dpa/P.Post

Es un día amargo para Fatou Bensouda, como si el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional no tuviera ya suficientes preocupaciones. Ahora, Rusia se retirará de La Haya porque, según el Kremlin, es unilateral y carece de independencia. Esto, porque el tribunal se ha referido a los presuntos crímenes cometidos por Rusia en Georgia, Osetia del Sur y el este de Ucrania, pero no se preocupa de las acciones de los otros participantes en el conflicto. Ahora Rusia retiró su firma del Estatuto de Roma y, por lo tanto, ya no reconoce la Carta Magna del tribunal. Así, Rusia se convierte en parte de un club en crecimiento, pues también lo han hecho otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, como  Estados Unidos y China, así como Siria e Israel, para no someterse a la justicia internacional, o bien para dejar de someterse a ella.

Alexander Göbel
Alexander Göbel, corresponsal de ARD en RabatImagen: HR

La retirada rusa es fatal para la CPI: es agua para el molino de aquellos países africanos que frecuentemente se sienten tratados de forma injusta. La CPI es paternalista, se ha centrado sólo en casos africanos y representa la imposición de una "dictadura de la justicia occidental blanca". Estas son sólo algunas de las armas retóricas que resaltan actualmente algunos países africanos.

Los países fundadores la aceptaron

Una cosa es cierta: la CPI comenzó hace 14 años con la misión de castigar el genocidio, los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Hasta ahora ha costado miles de millones de dólares y se ha pronunciado solo cuatro veces, todas contra acusados de África. Entre ellos está el líder de la milicia que destruyó el patrimonio mundial en el norte de Mali. Los procesos en ejecución también se refieren exclusivamente a África, como Laurent Gbagbo, expresidente de Costa de Marfíl.

Pero también es claro que ningún proceso de la CPI habría ocurrido si el país de origen del acusado no lo hubiera querido. La CPI toma causas por los crímenes cometidos por gobernantes, quienes naturalmente quieren impedirlo. Incluso aquellos que al principio firmaron y ratificaron el Estatuto de Roma.

El presidente de Sudán, Omar al Bashir, se ha convertido en un héroe entre los potentados africanos. Bashir, acusado en 2009 por genocidio en Darfur, debería ser detenido si sale de su país, pues en su contra pesa una orden de captura. Pero Bashir puede moverse más o menos libremente en los estados miembros de la Unión Africana y no tiene temor a ser enviado a La Haya. Sudáfrica lo recibió en 2015 y le permitieron salir del país, lo que fue criticado por La Haya pocas semanas antes de que Sudáfrica abandonara la CPI.

Reproche a la justicia arbitraria occidental

Burundi siguió el mismo camino, pues el presidente Pierre Nkurunziza probablemente temía que el brazo de La Haya le cayera encima, y Gambia hizo lo mismo. Estaba claro: su presidente, Yahya Jammeh, quería perseguir periodistas y torturar disidentes sin ser molestado.

En la Unión Africana hay una revolución contra la CPI que se celebra como la resistencia a la justicia arbitraria occidental. El presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, presentó testigos bajo presión para demostrar que él no estaba al tanto de la violencia desatada en las elecciones de 2007. El presidente ugandés, Yoweri Museveni, llamó a la CPI "un montón de gente inútil”. Por lo que cada vez más países africanos están jugando con la idea de salir de la CPI. En realidad esto ocurre por motivos políticos internos. Se trata de consolidar la impunidad de los poderosos. Esto muestra la debilidad de la corte. Pero es mejor esto que no tener alternativa: con la agradable excepción de la Corte en Dakar, donde el exdictador de Chad Hissène Habré deberá responder. Es una instancia financiada por África que todavía debe demostrar su eficiencia.

También las grandes potencias deben probar que se toman esto en serio. Sólo su claro apoyo podría asegurar la supervivencia de la corte, advirtió recientemente el New York Times. Esto podría ser una utopía después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, más después de la retirada ya anunciada de Rusia. Todo esto podría acelerar el éxodo de otros países, sobre todo de África.

Si más países siguen ese camino, el mandato y credibilidad de la CPI se derretirá como mantequilla al sol. Es un día amargo para Fatou Bensouda, y un peor día para las innumerables víctimas de la guerra en el mundo, del genocidio y de la violencia que no recibirán justicia debido a la falta de auténticas alternativas judiciales. Porque los poderosos en Rusia, China, Occidente y en el continente africano pueden pisotear el derecho, y por razones puramente políticas.

Autor: Alexander Göbel