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Opinión: La aterradora debilidad de la UE

Christoph Strack 26 de febrero de 2016

Mientras la crisis europea se agrava, el presidente alemán expresa su comprensión con las estrategias de aislamiento en el continente. Sus palabras reflejan el temor ante el fracaso de la UE, cree Christoph Strack.

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Joachim Gauck, el presidente germano.
Joachim Gauck, el presidente germano.Imagen: picture-alliance/dpa/S. Stache

Se pelean, actúan unos contra otros, se reúnen en cumbres y finalmente terminan reconciliándose: los jefes de Estado y de Gobierno de Europa y los ministros del Interior europeos, así como los expertos para superar la crisis de refugiados. “Hace tiempo que ya no solo se trata de encontrar una solución a la crisis de refugiados”, dice el presidente alemán, Joachim Gauck. Y tiene razón.

Sin embargo, también aboga por la comprensión con aquellos países que apuestan por el aislamiento y las fronteras cerradas. Tampoco descarta que las soluciones europeas y regionales, como las “estrategias de aislamiento”, se puedan complementar. Pedir que se acepten las vallas, ¡es una exigencia muy fuerte! Pareciera ser el precio que el presidente germano está dispuesto a pagar a fin de que nuevamente haya más unidad en Europa. Gauck hizo hincapié en que Europa solo podrá contribuir a frenar y combatir las causas de la migración si los países miembros unen fuerzas.

Nuevos nacionalismos

En las semanas pasadas se han abierto grietas en Europa. La canciller alemana que desde hace meses aboga por un rumbo conjunto –el fortalecimiento de las fronteras exteriores, el rechazo a un límite al número de refugiados– ha perdido un aliado tras otro. Austria, el socio de Merkel en las primeras horas dramáticas de septiembre de 2015, fue el último en abandonarla, haciendo causa común con los países occidentales de los Balcanes.

El alma europea, si es que jamás existió algo así, se nos está yendo entre los dedos. Y no solo por culpa de los populismos. Ante el miedo a las grandes ideas, a los proyectos demasiado grandes, han surgido nuevos nacionalismos en tiempos de la globalización.

Christoph Strack, corresponsal de DW en Berlín.
Christoph Strack, corresponsal de DW en Berlín.Imagen: DW

No es la primera vez que Gauck diagnostica numerosas tensiones dentro de la Unión Europa. Sin embargo, pocas veces han sido “tan fuertes” como en la actualidad, dice. La voluntad sincera de encontrar un punto en común es demasiado débil. Y como consecuencia, la UE también es demasiado débil, agrega.

Sus palabras reflejan desilusión. La Europa de hoy ya no es el continente pacífico de Konrad Adenauer, Robert Schuman o Alcide de Gasperi que resucitaba de las cenizas. En lugar de compartir una visión de un futuro mejor, se practica una sobria política real.

Llama la atención que el presidente germano no exhortara en primer lugar a los ciudadanos de a pie a no dejarse llevar por “los miedos y las promesas populistas”. No, su principal destinatario son los Gobiernos. Su mensaje de advertencia va dirigido sobre todo a los mandatarios en el centro y este de Europa, así como a los políticos alemanes. Y quizá también sea una amarga advertencia de incluir a aquellos que construyen vallas y buscan aislarse.

Aterradora debilidad de la UE

En lo que va del año, Joachim Gauck se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la crisis de refugiados. Por ejemplo, en el Foro Económico Mundial en Davos, donde mencionó reiteradas veces en su discurso la palabra “límites” o en una entrevista concedida a una emisora de radio a principios de febrero. En ambas ocasiones parecía estar tendiendo puentes, también con la canciller alemana. Ahora exhorta a repensar la solidaridad europea en la crisis de refugiados.

Gauck recuerda a los europeos qué tan dramática es la actual situación y que se trata de un momento decisivo en la historia europea. Eso está bien. Sin embargo, su advertencia también pone claramente de manifiesto la aterradora debilidad de la UE. Y es que un continente con 500 millones de habitantes no es capaz de acoger a entre dos y tres millones de refugiados. La actual disputa –como también se deduce de su discurso– pone en evidencia la crisis del continente, una crisis de sentido. Europa, y en consecuencia también Alemania, se enfrenta a un momento decisivo.