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La cínica lógica talibán

Florian Weigand (ER/EL)16 de diciembre de 2014

El brutal ataque contra una escuela de Peshawar, que costó la vida a más de 100 niños, revela que tampoco países musulmanes conservadores como Pakistán se libran de los terroristas islámicos, opina Florian Weigand.

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Imagen: AFP/Getty Images/A. Majeed

Incluso quienes informan permanentemente sobre regiones en crisis tendrán que palidecer ante las dimensiones de esta violencia absurda. Y precisamente a eso apuntaban los cínicos cálculos de los autores del atentado: con el ataque contra una escuela y la masacre aleatoria de niños, los terroristas del movimiento talibán consiguieron atraer la mayor atención posible en el mundo entero. También la elección de una escuela bajo administración militar es parte de un elaborado plan de combate, que apunta al corazón de la sociedad paquistaní.

Las mejores escuelas

A diferencia de lo que podría suponerse, las escuelas militares no son en Pakistán instituciones para cadetes. Aparte de los hijos de miembros de las Fuerzas Armadas, acuden a ellas también los niños de familias acomodadas de la clase media y alta. Hijas e hijos de médicos, profesores y empresarios o intelectuales son matriculados allí, simplemente porque se cuentan entre las mejores escuelas del país.

Con este atentado, el terrorismo talibán toma brutal venganza tanto de los militares como de quienes adoptan las decisiones en la esfera política y en la sociedad. Desde hace meses, las Fuerzas Armadas paquistaníes libran una guerra en los territorios tribales. Los generales reportan éxitos, pero no han podido derrotar por completo a los terroristas. Al mismo tiempo, decenas de miles de civiles -en su mayoría pastunes como los talibán- han quedado entre el fuego cruzado y huyen en largas caravanas de las zonas de combate. De acuerdo con la cruel lógica talibán, eso clama venganza.

El rol de Islamabad

Las operaciones militares han tenido también otro efecto: antes había grupos que volvían la mirada hacia Afganistán, para luchar contra las tropas internacionales y el gobierno de Kabul, mientras eran por lo menos tolerados por Islamabad. Presionados por los militares paquistaníes, se suman ahora también al combate contra el gobierno.

Florian Weigand.
Florian Weigand.Imagen: DW/P. Henriksen

La espiral de violencia seguirá así su curso. No hay recetas fáciles para salir de este círculo vicioso. También Pakistán debe aprender ahora la misma amarga lección que las tropas internacionales emplazadas en el vecino Afganistán: quien quiera que se parapete en las intrincadas regiones de la cadena montañosa del Hindu Kush y no trepide en cometer actos terroristas, es casi imposible de derrotar. Mientras en esos territorios no se abran perspectivas y oportunidades de prosperidad para las familias, los talibán podrán seguir reclutando gente con sus apocalípticas promesas de una dulce vida en el paraíso. El terrorismo islámico es el gran desafío del siglo XXI a nivel mundial. Ni siquiera países tan decididamente conservadores islámicos como Pakistán pueden librarse.