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Opinión: La era Merkel no ha terminado

Charlotte Potts5 de septiembre de 2016

Pese a los resultados de las elecciones regionales en Mecklemburgo-Antepomerania, está claro que ni ha culminado la era Merkel ni ha empezado el brusco cambio político que algunos añoran, opina Charlotte Potts.

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Imagen: Getty Images/Gallup

“El ocaso de la canciller”. “¿Cuántas bofetadas más puede soportar Angela?”. “Una debacle para Merkel”. Los habitantes de Alemania despertaron esta mañana y leyeron titulares de este tenor en no uno ni dos, sino en muchos periódicos del país. Otra vez. Pretender ver el final de la era Merkel en el suceso del día o en el del siguiente es una tendencia que se viene repitiendo desde hace meses.

Hace un año, cuando soltó su controvertida frase: “¡Nosotros lo lograremos!”. Más tarde, al multiplicarse los ataques contra los albergues para refugiados. En la pasada Nochevieja, cuando decenas de mujeres denunciaron haber sido robadas y agredidas sexualmente por “hombres de apariencia magrebí”. Este año, después de los atentados perpetrados por solicitantes de asilo en Wurzburgo y Ansbach. Y, a pesar de todo, Merkel sigue siendo la jefa del Gobierno alemán. De hecho, la canciller mantiene su posición en materia de refugiados hasta el día de hoy.

Charlotte Potts, corresponsal de DW en Berlín.
Charlotte Potts, corresponsal de DW en Berlín.

No hay que sobreestimar las elecciones regionales

Los resultados de las elecciones en el Land alemán de Mecklemburgo-Antepomerania (4.9.2016) le atestaron un duro golpe a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), la formación política de la “mujer fuerte” de Berlín. El triunfo en esos comicios de la Alternativa para Alemania (AfD) –representada ahora en nueve de dieciséis estados federados– debe ser objeto de reflexión para todos los partidos establecidos; la CDU y su ala bávara, la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), siempre han dicho que ningún partido debe ubicarse más a la derecha que ellas mismas. Pero la AfD lo ha conseguido. Y eso es culpa de la política de refugiados de Merkel, producto de la decisión que ella tomó al final del verano de 2015.

Merkel se rehusó a cerrarle la puerta a los refugiados que estaban varados en Hungría y su postura obligó a su partido a asumir una responsabilidad que no quería. Es evidente que una decisión de largo alcance como esa viene acompañada de problemas de gran magnitud. A nadie le sorprende que muchos en la CDU hayan asumido una actitud crítica ni que los populistas de derecha intenten ahora llenar el vacío que existe a la derecha del centro.

La impopularidad de la CDU crecía hace ya cinco años

No obstante, el resultado de las elecciones regionales de este 4 de septiembre no debe ser sobreestimado. Después de todo, estamos hablando de un estado federado donde el voto de protesta es recurrente. Los ultraderechistas del Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) ocuparon escaños en su Parlamento desde 2006. Ese Land es un bastión del neofascismo desde hace años. Políticamente hablando, los marginales de derecha e izquierda han sido fuertes allí tradicionalmente. Y en los comicios que tuvieron lugar allí hace cinco años –mucho antes de que llegaran los últimos refugiados de Siria, Irak y Afganistán–, la CDU había obtenido un triste 20 por ciento.

Lo más inteligente sería mantener las cosas en perspectiva y admitir que, en las elecciones más recientes, la CDU sólo perdió cuatro puntos porcentuales en un lustro, un periodo en el que cambiaron muchas cosas en Mecklemburgo-Antepomerania. Este es un Land económicamente insignificante para el país, con apenas 1,3 millones de electores, de los cuales sólo un 60 porciento va a las urnas. Y ellos han votado porque todo siga como estaba: en manos de una “gran coalición” integrada por la CDU y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). No será un grupo de apenas 800.000 electores el que decida el futuro de una jefatura de Gobierno.

Ahora, Merkel debe mostrar postura

El verdadero problema de la CDU en Mecklemburgo-Antepomerania no radicaba en Merkel, sino en la impopularidad del candidato de ese partido: Lorenz Caffier. Su campaña electoral demostró que no sirve de nada dejarse llevar por los planteamientos de la AfD. Caffier se presentó como garante de “la ley y el orden” y promovió la prohibición del burka en un estado federado donde cabe dudar que la vestimenta de las mujeres musulmanas sea un problema. Atendiendo al sistema de cuotas, Mecklemburgo-Antepomerania llegó a acoger a un máximo de 20.000 refugiados; muchos solicitantes de asilo abandonaron ese Land hace mucho tiempo. La línea dura de Caffier no alcanzó la meta esperada: que los simpatizantes de la AfD terminaran votando por la CDU.

Sin embargo, la canciller y sus partidarios harían mal en ignorar el desafío que les puso Mecklemburgo-Antepomerania; ellos no están llamados a cambiar sus políticas bruscamente, sino a mostrar su postura más claramente de aquí en adelante y a poner los hechos sobre la mesa: que en 2016 Alemania recibirá a un número de refugiados mucho menor al de 2015 y que casi un millón de refugiados ha sido registrado y acogido por las autoridades comunales desde el año pasado. Merkel y la CDU también deberían admitir sus problemas y errores en lo que respecta al proceso de integración, al pacto europeo para que Turquía frene el flujo de migrantes hacia el bloque comunitario y a las razones por las cuales la llegada de refugiados no cesa. Y es que la realidad no es tan blanquinegra como la pinta la AfD. Es probable que los electores sepan apreciar menos oportunismo político y más verdades.