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La revolución de Juncker

Bernd Riegert (desde Estrasburgo) (RML/ERS)9 de septiembre de 2015

El jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha presentado al Parlamento Europeo su propuesta de salida a la crisis de refugiados. Pero la gestión de esta crisis sistémica no será nada fácil, opina Bernd Riegert.

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Imagen: DW/B. Riegert

Con pasión por Europa y apelaciones a la sensibilidad intenta Jean-Claude Juncker motivar a los 28 gobiernos de la Unión Europea (UE) a un cambio en la política de asilo del bloque. No se puede seguir así, asegura Juncker en su sombría descripción del estado de cosas. Y tiene razón, de eso no hay dudas. Si las hay, sin embargo, en torno a la factibilidad de su propuesta para sustituir al actual sistema de reglas. Juncker aspira a una distribución permanente y vinculante de refugiados y solicitantes de asilo entre todos los estados miembros de la UE. Ni más ni menos que una revolución, dado que apenas cinco estados acogen actualmente al 90 por ciento de los recién llegados.

Oposición a reformas más pequeñas

Ya en mayo, en una situación de emergencia, la Comisión Europea (CE) exigió la distribución de 40.000 refugiados. Ahora, sube la cifra a 160.000. Si ya entonces la mayoría de los estados miembros rechazaron la medida, ¿por qué habrían de aceptarla ahora? Y más aún: ¿Hay alguna posibilidad de llegar a un acuerdo en torno a un sistema de asilo totalmente nuevo, que incluiría la introducción de una clave permanente de distribución de los migrantes, más allá del actual tope de 160.000? Juncker, que cuenta con el apoyo de la canciller alemana, Angela Merkel, tiene una larga batalla por delante.

El plan del presidente de la CE para vencer la resistencia europea pasa, como no pocas veces, por el castigo financiero: Los estados miembros que no asuman o asuman a muy pocos refugiados o solicitantes de asilo, deberán abonar 6.000 euros por cada acogido menos; la cifra per cápita iría a parar a aquellos estados que acojan a más personas de las que su cuota establece. Por ver está si este será un mecanismo efectivo para convencer a los resistentes miembros del este de Europa.

Bernd Riegert, corresponsal europeo de DW.
Bernd Riegert, corresponsal europeo de DW.

Juncker quiere redistribuir el peso del registro y del procedimiento de solicitud de asilo de los “estados fronterizos” –Italia, Grecia y Hungría− a los 28 estados miembros. A este tipo de solidaridad se ha negado hasta ahora la mayoría de los socios del bloque. Sería el fin del disfuncional sistema de Dublín, por el que Grecia, Italia y Hungría dejaron de regirse hace mucho; y que ahora también Alemania ignora de facto, con su decisión de acoger a los refugiados que llegan desde Hungría a través de Austria.

Mejor gestión de la inmigración

El nuevo sistema de asilo incluiría también establecer de centros de acogida, acelerar la devolución de aquellos a quienes se les deniegue su solicitud de asilo −los llamados “migrantes económicos”−, así como reforzar la protección de las fronteras exteriores del bloque. Además, una lista de “Estados de procedencia seguros” debería reducir la cifra de personas que se encaminan a Europa.

Jean-Claude Juncker sabe que su propuesta no conducirá a que la UE acoja a más migrantes que hasta ahora. Pero el movimiento de refugiados y solicitantes de asilo debe gestionarse mejor, y debe asegurarse que estas personan reciban un trato digno. El presidente de la CE admite que las personas en Europa temen a la inmigración descontrolada, lo que hace también urgente una gestión más fuerte y decidida del desempleo y la falta de perspectivas económicas de los propios europeos.

Primera prueba de fuego este lunes

En general, sin embargo, Europa no se halla aún sobrepasada por las circunstancias: la cifra total de refugiados que la UE acoge es realmente “discreta”, en comparación con los países vecinos de Siria, concluye Juncker. Este lunes, cuando los 28 ministros de Interior del bloque evalúen el paquete de medidas propuesto por el presidente de la CE, podrá preverse si el nuevo rumbo tiene futuro. En caso extremo, muchas de estas medidas podrían imponerse en contra de la voluntad de determinados Estados miembros, con decisiones aprobadas por mayoría.

En el aire queda la pregunta de cómo se podrá presionar a quienes buscan refugio a permanecer en un país que se niega, en principio, a acogerlos y en el que ellos mismos tampoco desean establecerse. Los refugiados sirios claman “¡Germany, Germany!” y están dispuestos a intentarlo por su cuenta y riesgo, algo que tampoco los planes de Juncker podrán cambiar sin más.