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Opinión: ONU, aniversario agridulce

Daniel Scheschkewitz 24 de octubre de 2015

Naciones Unidas celebra 70 años desde su fundación. Aunque es necesaria más que nunca, su influencia resulta muy limitada, opina Daniel Scheschkewitz.

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Símbolo de la no violencia, la escultura de Karl Fredrik Reutersward, se encuentra en la entrada de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Símbolo de la no violencia, la escultura de Karl Fredrik Reutersward, se encuentra en la entrada de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.Imagen: Fotolia/Jan-Dirk

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca antes había habido tal cantidad de polvorines que amenazan la paz mundial. El Medio Oriente está al borde de un estallido. En Siria, la guerra civil ha llevado a las grandes potencias a un enfrentamiento inminente. En el este de Ucrania las continuas belicosidades dan al conflicto un carácter permanente, mientras que Europa se ha visto sacudida hasta sus fundamentos por un éxodo masivo de refugiados. Aunque el derecho internacional ha sido pisoteado con la anexión rusa de Crimea, o los conflictos en Medio Oriente, en ningún caso esas violaciones han sido sancionadas.

Los padres de la Carta de las Naciones Unidas crearon el Consejo de Seguridad como garante de paz. Sin embargo, se ha convertido en la pelota de juego de las cinco potencias que son miembros permanentes. Rusia, Estados Unidos y China utilizan a menudo el derecho de veto como instrumento de bloqueo. Cada vez son más los países y organizaciones que exigen a las cinco potencias no utilizar el derecho de veto en casos de atrocidades y crímenes de lesa humanidad. Sin embargo es inevitable que ahí se refleje la confrontación entre los estados.

Daniel Scheschkewitz, de la redacción de DW.
Daniel Scheschkewitz, de la redacción de DW.

La Rusia de Putin busca protagonismo como potencia neoimperial y se niega a someterse a nada, ni siquiera al derecho internacional. Estados Unidos oscila entre el papel de policía mundial y una tendencia cada vez más fuerte a la introspección. China, la pujante potencia del siglo XXI, busca su papel en el mundo, aunque siempre se ve atada e impedida por las violaciones a los Derechos Humanos. Francia y Reino Unido intentan mantener a toda costa su estatus de potencias con derecho de veto e ignoran las propuestas europeas en torno a un modelo que contemple un lugar permanente para la Unión Europea en el Consejo de Seguridad.

La guerra civil en Ruanda o en Bosnia son el símbolo del fracaso de Naciones Unidas. Otras misiones de cascos azules estuvieron desde un principio condenadas al fracaso o, como en el caso del Congo, cayeron en el descrédito. A los 70 años de su creación, la ONU podría mejorar notablemente la vida de millones de personas e incluso evitar alguna crisis. Entre los logros hay que recordar la Convención sobre los Derechos del Niño, la lucha contra el sida y la malaria, o el éxito al alcanzar los objetivos del Milenio. El número de personas que padecen hambre ha sido reducida a la mitad a nivel mundial, la mortalidad infantil bajó en dos tercios en los últimos 25 años. Como dijera alguna vez el entonces secretario general Kofi Annan, "no es una organización perfecta, pero es la mejor que tenemos".