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Opinión: Putin, Assad y bombas sobre Alepo

Kersten Knipp12 de agosto de 2016

Siria y Rusia se enfrentan a los enemigos del régimen de Assad con todas sus fuerzas y la población civil parece no importarles. Ambos poderes no han aprendido nada de la historia, opina Kersten Knipp.

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Imagen: picture alliance/AA/I. Ebu Leys

No importa quién dispare contra hospitales, escuelas o mercados en Alepo. Independientemente de que lo hagan las fuerzas aéreas de Assad o las de Putin, ambos son responsables de la muerte de civiles sirios. Ambos, tanto Putin como Assad, bombardean desde hace meses sin tener en cuenta a los sirios que no participan en la guerra. Ambos con el mismo argumento: la lucha contra el terrorismo internacional. Es cierto que hay que combatirlo, también militarmente. Y también es correcto enfrentarse a asesinos, violadores y ladrones con decisión y con fuerza.

Cinismo insuperable

Sin embargo, no es correcto hacerlo de forma que no se tenga en cuenta a los que no participan. Con su guerra, Putin y Assad practican diariamente un cinismo difícil de superar. Disparar a mercados y hospitales no es otra cosa que una pena colectiva aplicada contra todos los que no comparten las ideas de los dos señores de la violencia, que les hacen pagar con la muerte. En este espacio sin justicia en el que se ha convertido Siria desde hace tiempo se puede ver cuán lejos pueden llegar los dos con su disposición a la violencia. Es decir, hasta el final. Y los disidentes de Moscú seguramente entienden muy bien el mensaje que les llega desde Alepo.

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Kersten Knipp

Queda abierta la duda de cómo se imaginan Putin y su protegido sirio el futuro de la región. ¿Cómo podría surgir allí una sociedad que funcione mientras ambos sigan teniendo influencia? Es posible precedir lo que surgirá allí cuando las armas callen algún día: una sociedad autoritaria como el “estuche de hierro” que Max Weber describía como técnicas de intervención de la modernidad. Esta vez, potenciadas por las visibles técnicas violentas de un déspota oriental.

La ruina de un Estado colonial

Putin debería haber aprendido las consecuencias en aquellos años posteriores a 1989, cuando se desmoronó el imperio soviético. Desde entonces, ha podido verr cómo la gente se ha pronunciado sobre su imperio:concretamente, apartándose de él. Muy pocos quisieron tener algo que ver con la cámara del terror soviética. Por eso se echaron en brazos de Occidente y buscaron el apoyo de la OTAN. Y si hoy hubiese una zona que rechazan, esta se encuentra en sus fronteras orientales.

Putin nunca aprendió esta lección. La gente se apartó de la URSS y después de Rusia porque hacían todo lo posible por pasar a llevar a sus vecinos. La Unión Soviética era un Estado colonial del que la gente escapaba a la primera oportunidad que tenían. Ni Putin ni gran parte de su entorno entendieron que un Estado tiene que ganarse la amistad de sus vecinos y no infundirles miedo en busca de respeto.

Por eso, cuando Occidente dice que hay que ganarse la confianza de Rusia, por una parte es correcto y por otra parte no. ¿Qué pasaría si a Putin no le interesa la confianza, sino simplemente la restitución del Estado colonial de entonces? En vista de las nuevas fuerzas apostadas en Ucrania es difícil hacer otra interpretación. Putin y Assad actúan de forma similar en Siria. En el suelo de la derrotada Siria surgirá un régimen ruso-chiita del terror que, cuando llegue, ofrecerá un motivo para huir a todos aquellos que todavía no han querido o podido hacerlo.