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Opinión: un camino ejemplar hacia la paz

Uta Thofern24 de septiembre de 2015

El acuerdo de justicia transicional para juzgar los crímenes de la guerra civil en Colombia es un éxito de dimensiones casi revolucionarias. Sin embargo, los próximos pasos serán los más difíciles, opina Uta Thofern.

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Imagen: picture-alliance/AP Photo/L. Benavides

A más tardar el 23 de marzo de 2016 el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, pretende firmar un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, exactamente seis meses después del singular acuerdo para crear una Comisión Jurídica alcanzado en La Habana y del histórico apretón de manos con el jefe guerrillero Rodrigo Londoño, alias Timochenko. De lograrlo, sería merecedor de un Premio Nobel de la Paz.

¿El fin de la guerra civil más larga?

Un acuerdo de paz duradero con la guerrilla pondría fin a una guerra civil que lleva más de 50 años, la más larga en la historia de América Latina. Pero para ello todavía es necesario librar muchas batallas políticas, y esta lucha apenas ha comenzado. La infinidad de víctimas de la guerra -más de 200.000 muertos, casi seis millones de desplazados y expropiados, miles de secuestrados- reclama justicia. Algo que la oposición en torno al expresidente Uribe instrumentaliza para sus propios fines; su lema reza “no a la impunidad para terroristas”.

El derecho y la justicia no son lo mismo, una lección que los alemanes aprendimos de forma dolorosa al superar dos dictaduras. Sin embargo, la justicia tampoco tiene nada que ver con venganza, puesto que esta muchas veces solo siembra nueva desgracia. Eso sí, a nivel jurídico se podría lograr un acuerdo de compensación, una oportunidad para un nuevo comienzo reglamentado. Ese es el camino que el presidente colombiano pretende tomar junto a la cúpula de la guerrilla. Un camino que, empero, será doloroso para las víctimas y sus familiares.

Uta Thofern dirige la redacción de DW para América Latina.
Uta Thofern dirige la redacción de DW para América Latina.Imagen: Bettina Volke Fotografie

No obstante, el acuerdo de justicia transicional es revolucionario. Por un lado, se basa en experiencias de Sudáfrica hasta Irlanda y, por otro, el concepto de las penas escalonadas, que dependen del arrepentimiento de los responsables de los delitos y de su disposición a la reparación, introduce un elemento completamente nuevo de penitencia y reconciliación. Con ello, Colombia incluso podría sentar nuevos estándares a nivel internacional.

El proceso de paz costará mucho dinero

De momento, el presidente Santos, que antes había sido un partidario de la línea dura al lado de Uribe, no solo deberá convencer a las víctimas, sino también a las élites urbanas adineradas de Colombia, que han sido las menos afectadas por la guerra civil. Aquí no solo se trata de demostrar indignación moral sobre el trato igualitario de militares, paramilitares y guerrilleros de izquierda, sino que también es una cuestión de dinero.

A largo plazo, un proceso de paz también traerá beneficios económicos derivados de la paz, pero, a corto plazo, el proceso costará dinero. Una reforma agraria, reparaciones, programas sociales y educativos tanto para los autores de los crímenes como para las víctimas no serán gratuitos. Muchas personas adineradas temen la introducción de un tributo de paz, después de que Uribe introdujera un impuesto de guerra para la lucha contra la guerrilla. Pero, ¿acaso hay algo más valioso que la paz?

Colombia también necesitará ayuda internacional. Desde hace tiempo Alemania apoya políticamente el proceso de paz, y también debería comprometerse a mayores ayudas financieras. Asimismo, Estados Unidos y Europa podrían contribuir más, por ejemplo, a través de programas de ayuda de la UE y del Banco Mundial, que están a discusión desde hace tiempo. Sin embargo, de momento, la sociedad colombiana es la que deberá decidir. Esperemos que entienda que Colombia puede enviar una señal desde Latinoamérica al mundo.