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Una ilusión rusa llamada Trump

12 de noviembre de 2016

Putin, al parecer, apostó por el caballo correcto. Pero el nuevo presidente estadounidense decepcionará a Rusia en términos de política exterior, dañándola con un cambio en la política energética, opina Andrey Gurkov.

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Graffiti en Lituania: en los países bálticos, la gente teme al eventual acercamiento entre Putin y Trump
Grafiti en Lituania: en los países bálticos, la gente teme al eventual acercamiento entre Putin y Trump Imagen: Getty Images/AFP/P. Malukas

Cuando la noticia de la victoria electoral de Donald Trump llegó a la Duma Estatal de Moscú, hubo aplausos. Los parlamentarios rusos celebraron la victoria republicana como si hubiese sido propia. Desde el principio, hace más de un año, el Kremlin había manifestado su simpatía por el candidato sorpresa. Ahora, al final de la maratónica campaña electoral en Estados Unidos, la élite política rusa se ve justificada: el presidente Vladimir Putin, una vez más, apostó por el caballo correcto.

Moscú espera ponerle fin a las sanciones

La preferencia de Moscú por Trump se basa, en parte, en su decisivo rechazo a Hillary Clinton: el Kremlin no tenía absolutamente ningún deseo de ver a la ex secretaria de Estado en la Casa Blanca, porque esperaban una postura dura hacia Rusia: ya sea con respecto a Ucrania, Siria o concerniente a los Derechos Humanos. Por otra parte, el Kremlin estaba contento con las señales enviadas durante la campaña de Trump. El magnate inmobiliario reiteradamente expresó su deseo de acercarse a Rusia, incluso sugiriendo que aceptaría la anexión rusa de Crimea.

Y ese, al parecer, es el punto. La esperanza de Putin fue y es que el poco convencional y eventual presidente Trump lo absuelva de sus pecados contra el derecho internacional –como la anexión de la península de Crimea– y derogue las sanciones contra Rusia. Tales esperanzas están reforzadas por los sentimientos de que es posible hacer negocios con un machista autoritario como Trump e incluso hasta llegar a ser amigos. Después de todo, ambos parecen estar en la misma página, personal e ideológicamente; Donald Trump como una especie de segundo Silvio Berlusconi, solo que mucho más poderoso.

¿Funcionará el plan? Nadie sabe cómo actuará el novato en política una vez llegue al Despacho Oval: no se sabe si va a escuchar a sus asesores, si va a respetar a su partido republicano, el Congreso o a sus aliados europeos. El plan, nacido en Moscú, de una asociación entre dos poderes que se consideran iguales y dividen el mundo en esferas de influencia respectivas, como fue el caso durante la Conferencia de Yalta en 1945, tiene varios defectos.

"La gran América” versus "el mundo multipolar”

Después de todo, Donald Trump fue elegido con la promesa de restaurar la grandeza estadounidense. Tal grandeza consta de dos elementos principales: el éxito económico en el hogar y un fuerte liderazgo en el extranjero. Es dudoso que Trump pueda, como prometió, recuperar puestos de trabajos de China y de otros lugares para sus votantes. Pero en cualquier caso, los cambios estructurales para hacerlo tardarían mucho tiempo en completarse. ¿Será que Trump, el altamente competitivo y siempre sediento de éxito, tendrá la paciencia para esperar?

Andrey Gurkov, editor jefe de la redacción rusa
Andrey Gurkov, editor jefe de la redacción rusa

El magnate también tendrá el escenario internacional como lugar para vender la autopercibida grandeza estadounidense a través de acciones espectaculares. Y ¿quién ha sido el crítico más grande de las afirmaciones estadounidenses sobre el liderazgo global? Vladimir Putin. Su propio concepto vehementemente propagado de un mundo multipolar, que en sus ojos apunta a una ascendencia rusa, no es compatible con la idea de Trump de Estados Unidos como la nación más grande de la tierra.

Eso no significa que una confrontación entre las dos naciones nucleares más poderosas del mundo vaya a suceder, como tantos temen. Pero un Trump impulsivo, con su chovinismo, podría estar tentado rápidamente a enderezar a Putin, de manera demostrativa, a medida que este se interponga en el camino de Estados Unidos. Podría suceder, por ejemplo, en la lucha contra el llamado "Estado Islámico" en Siria, despertando rápidamente a Rusia de su sueño de un "eje de poder" entre Washington y Moscú.

La revolución del esquisto amenaza a Rusia

Sin embargo, incluso si Donald Trump mantiene su promesa de aislacionismo en política exterior, su programa económico seguirá siendo una mala noticia para Moscú, ya que amenazaría directamente el sustento ruso: las ganancias de la exportación de energía. Al nuevo presidente estadounidense no le importa en lo más mínimo proteger el medio ambiente, por lo que invertirá mucho en combustibles fósiles.

Mediante la reducción de los estándares ambientales, o tal vez incluso ofreciendo apoyo federal directo, Trump podría impulsar la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos para crear nuevos puestos de trabajo y, sobre todo, fortalecer la independencia energética del país. Eso conduciría a los ya bajos precios globales del petróleo, de los que Rusia está sufriendo gravemente, a bajar aún más. Y el fortalecimiento de la producción de gas de esquisto –y al mismo tiempo usando carbón para producir electricidad– permitiría a los Estados Unidos exportar mucho más gas líquido a Europa, y así recortar las ganancias del actual gigante del mercado: la empresa gasística rusa Gazprom.

En resumen: El aplauso en la Duma Estatal en Moscú parece haber sido un poco prematuro. Al final, la victoria electoral de Donald Trump será, probablemente para la Rusia de Putin, similar a la anexión de Crimea: una brillante victoria táctica y una desastrosa derrota estratégica.

Autor: Andrey Gurkov