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Pros y contras del voto por correspondencia

Anna Peters (ERC)3 de septiembre de 2013

Aunque votar por correspondencia aumenta el riesgo de manipulaciones, cada vez más personas hacen uso de esa posibilidad en Alemania y otros países europeos porque facilita notablemente el acto del sufragio.

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Imagen: Fotolia/VRD

El voto por correspondencia comenzó a practicarse en Alemania en 1957, permitiendo que los votantes que se encontraran enfermos o fuera del territorio germano cuando tenían lugar los comicios ejercieran su derecho al sufragio a pesar de no poder ir a las urnas personalmente. Hasta el año 2008, quienes no pudieran ir a los locales electorales debían solicitar el material para votar por correo y alegar motivos de fuerza mayor para justificar el uso de ese servicio. A partir de ese año, los electores deciden libremente cómo desean votar.

“El 30 por ciento de los ciudadanos registrados para sufragar hace uso del voto por correspondencia en las ciudades alemanas; en las grandes urbes, la proporción es mucho mayor”, sostiene el politólogo Norbert Kersting, de la Universidad de Marburgo. Y la tendencia va en aumento, asegura. “Eso se debe al intenso proceso de individualización que se vive en el país y a que deseamos un proceso de participación política más sencillo”, explica el experto, agregando que el sufragio por correo es aún más popular en Suiza.

El voto por correspondencia propicia la manipulación porque facilita la violación de un principio electoral fundamental: el carácter secreto del voto.
El voto por correspondencia propicia la manipulación porque facilita la violación de un principio electoral fundamental: el carácter secreto del voto.Imagen: picture-alliance/dpa

¿Qué tan secreto es el voto en la privacidad del hogar?

“El voto por correspondencia fue introducido en Suiza en 1990. Hoy, el 90 por ciento de los habitantes de las grandes ciudades helvéticas vota por correo”, cuenta Kersting. Sin embargo, el sufragio a distancia cuenta con opositores. Rolf Gröschner, profesor de Filosofía del Derecho y Derecho Público, observa el fenómeno con escepticismo. “Lo que nos incumbe a todos debería tener lugar públicamente”, sostiene el catedrático de la Universidad de Jena. En otras palabras: el acto de votar debería tener lugar en un local electoral y no en casa.

El argumento de Gröschner apunta a que las presiones sociales y los actos de manipulación son practicados con menos inhibiciones en la privacidad del hogar; la pareja, parientes o amigos con preferencias políticas distintas de las del elector pueden terminar influyendo sobre su voto. Un estudio realizado en Gran Bretaña en el año 2000 confirmó que el voto por correspondencia propiciaba las manipulaciones porque facilitaba la violación de un principio electoral fundamental: el carácter secreto del voto.

El estudio en cuestión registró casos en donde se había votado en grupo; bajo esa circunstancia prospera la presión de los pares sin que el votante se percate de ello o le dé la importancia que amerita. No obstante, los artífices de ese estudio también se toparon con otros efectos del voto por correo: “La más alta participación electoral se registró en los distritos donde no se podía votar de otra manera”, comenta Kersting. Por su parte, Gröschner considera que el sufragio por correspondencia es necesario, a pesar de los reproches en su contra. “Debemos hacer todo lo posible para que todo el que quiera votar pueda hacerlo”, acota Gröschner