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Reformar para poder gobernar

Pablo Kummetz31 de enero de 2008

Nuevos comicios ya exigió el ex primer ministro Berlusconi luego del colapso del Gobierno de Romano Prodi. Pero el presidente Napolitano quiere antes reformar el derecho electoral para hacer gobernable a Italia.

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Franco Marini (dcha.) y Giorgio Napolitano: una misión casi imposible.Imagen: AP

Una semana después de la renuncia del primer ministro italiano Romano Prodi por haber perdido una tumultuosa votación de confianza en el Senado, el presidente Giorgio Napolitano se decidió por la formación de un Gobierno de transición.

En abril de 2006, Prodi, como líder una coalición de centro-izquierda, había sucedido como jefe de Gobierno al multimillonario zar de los medios Silvio Berlusconi. La colcha de retazos de Prodi soportó los embates de la política cotidiana apenas veinte meses.

El Gobierno de transición de Franco Marini, el presidente del Senado, recibió ahora de Napolitano el difícil encargo de elaborar un proyecto de reforma electoral que asegure una cierta estabilidad de gobierno en Italia. Napolitano dio así nones a la propuesta de Berlusconi, de centro-derecha, de realizar elecciones, con las que éste espera poder retornar al poder lo antes posible..

La crisis de Gobierno no ha sido superada, pero por lo menos está aplacada. Con dos breves declaraciones, Napolitano y Marini abrieron un nuevo capítulo en la larga historia de intentos por poner algo de orden en el caos político italiano.

Una tarea difícil

Marini fue designado por Napolitano primer ministro de transición. Su tarea en el cargo será reformar el sistema electoral en un plazo de algunos meses y llamar inmediatamente después a nuevas elecciones. El primer paso será ahora forjar mayorías que lo apoyen en el Parlamento. Un objetivo nada fácil de alcanzar, como lo admite el propio Marini:

“Sé que no es una tarea fácil, al contrario, es muy difícil. Porque sé que nuestros ciudadanos están muy atentos cuando se trata de reformar el derecho electoral. Intentaré trabajar lo más rápidamente posible, porque el tiempo apremia. Pero hay que hacerlo seriamente, porque, repito, la cosa es seria. Intentaré conjugar ambos aspectos, el esmero y la urgencia.”

La tarea de Marini es en realidad una misión casi imposible. Berlusconi ya dijo que “no hay margen para un diálogo que suponga mantener viva la actual legislatura.” La derechista Liga Norte amenazó incluso con retirar a todos sus diputados y senadores en caso de que se forme un nuevo Gobierno y se posponga la realización de elecciones.

El presidente Napolitano, intentando curarse en salud, ya de antemano había tematizado los reparos de la centro-derecha: “Subrayo mi respeto por las opiniones que me fueron transmitidas. Pero la disolución del Parlamento es la decisión más difícil y grave que nuestra Constitución exige al Presidente. En este caso tendría lugar menos de dos años después de las últimas elecciones. Por ello creo que es mi obligación valorar detenidamente la situación, sin que nadie deba entenderlo como un ritual o una evasiva.”

Claras señales

Por el contrario, agregó, antes de la caída del último Gobierno, “una amplia mayoría en el Parlamento me solicitó reformar la ley electoral”. Además, la Corte Constitucional ha autorizado la realización de un referéndum para reformar la actual ley electoral.

Ambos elementos son para Napolitano claras señales de que el electorado quiere ésa y otras reformas que mejoren la gobernabilidad y estabilidad del país. Le ha tocado ahora a Marini dar los primeros y supuestamente irreversibles pasos en ese sentido, independientemente de cuál sea el resultado de las elecciones parlamentarias inmediatamente posteriores.

La intención de Napolitano está clara. Pero bien puede ser que Marini pronto fracase en la búsqueda de mayorías constructivas y se presente ante Napolitano con las manos vacías. La única opción sería entonces efectivamente nuevas elecciones… y el viejo caos.