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Rusia: política exterior de ilusiones

19 de mayo de 2009

La rivalidad con Occidente se mantiene constante en la política exterior rusa, convirtiéndose en una postura inadecuada en tiempos de crisis global, afirma el experto Ingo Mannteufel.

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Cuando hace un año se produjeron claramente las primeras señales de crisis en el mundo financiero estadounidense, en Rusia se extendió una cierta “alegría” ante la desgracia ajena. Estados Unidos se había excedido y ahora experimentaba lo mismo que vivió la Unión Soviética hace veinte años: el comienzo de una decadencia global.


El liderazgo político bajo Dimitri Medvédev y Vládimir Putin, elogió la nueva Rusia como un puerto seguro ofreciendo incluso a su país como un alternativo centro financiero para el mundo. Finalmente el precio internacional del petróleo alcanzó el verano pasado los 150 dólares por barril y las reservas de oro y de divisas rusas se encontraban a un nivel récord. En la excitación de esta fuerza fantasiosa, Rusia demostró también su poderío militar frente a Georgia en agosto de 2008. Entre tanto ha vuelto a imponerse la sensatez.


Después de dispararse a las alturas, la cotización internacional del crudo ha caído considerablemente y con él la fuente de recursos que financió el impulso económico ruso durante los últimos años. Pero la cosa no quedó ahí. El proyecto impulsado por Putin desde hace años, de modernizar a Rusia como potencia energética para recuperar un papel de liderazgo en el mundo, ha sufrido resquebraduras.


Aunque las reservas de oro y de divisas han ayudado a paliar los graves síntomas de crisis, la dependencia de la industria rusa en las exportaciones de materias primas, particularmente en la venta de suministros energéticos es notablemente perceptible, con consecuencias para el rublo, que entre tanto se ha devaluado.


Se desaprovechó la oportunidad de desarrollar nuevas tecnologías e industrias en Rusia, tampoco se combatió a la corrupción ni se han fortalecido las estructuras que permitan funcionar la economía de mercado. Característico de esto es que no ha habido en Moscú el intento por combatir la recesión a través de reformas estratégicas. El Kremlin se ha limitado meramente a esperar que Estados Unidos se recupere de la crisis y que una vez que la economía mundial vuelva a tomar fuerza impulse los precios internacionales de energía.


Pese a que la crisis mundial obliga a una mayor cooperación internacional, Rusia se mantiene fiel a su concepto, según el cual, es su propio polo dentro de un mundo multipolar. Sin embargo debido a su propia estructura económica y desarrollo demográfico, es muy cuestionable que Rusia pueda mantener esta postura en un contexto internacional, junto a Estados Unidos, la Unión Europea, así como potencias emergentes como China e India. En el contexto internacional Rusia no tiene aliados. La membresía de Rusia en el G-8 alcanzada hace unos años, tras la Cumbre del G-20 en Londres, parece haber perdido todo significado. A los poderosos en el Kremlin no puede haber pasado inadvertido con qué desinterés fueron recibidas sus propuestas para superar la crisis mundial por parte de los otros países participantes.


Ahora se alegra el ministro del Exterior ruso, que podrá volver a revivir el viejo papel de Rusia ante las negociaciones de desarme con Estados Unidos. Pero también aquí la dirección es clara. Rusia ya no tiene los recursos para mantener su arsenal de armanento ni para sustituir los viejos proyectiles. Cabe esperar que después de muchos gestos simbólicos, Rusia llegue a un acuerdo con Estados Unidos, pero con ello no habrá ganado un papel de liderazgo en el mundo.

Autor: Ingo Mannteufel

Editor: Enrique López Magallón