“Strandkorb”: 126 años de tradición a orillas del Báltico
5 de agosto de 2008Los “strandkörbe” son unos sillones de mimbre cubiertos con un pequeño techo para disfrutar de la playa protegiéndose del viento. Existen desde hace 126 años y son una reliquia de los tiempos en los que broncearse no era el objetivo principal de las vacaciones a pie de mar. Como pocos otros elementos, los “strandkörbe” con sus cojines tapizados a rayas caracterizan a las costas norteñas y, a sus 69 años, Knooke ha hecho de ellos una profesión.
Un invento alemán
“El tiempo no importa”, asegura Knooke, “la gente se queda aunque llueva y haga viento”. Debe ser por los “strandkörbe”. Con hamacas comunes no se haría buen negocio en el Mar Báltico. A quien quiera escuchar, Knooke le cuenta que el “strandkorb” es un invento alemán. En 1882 Wilhelm Bartelmann presentó su primer sillón playero: uno de un solo asiento pensado especialmente para las damas.
Pronto aparecen los primeros turistas. Un matrimonio quiere su “strandkorb” directamente en la orilla. “El cliente manda”, dice Knooke, se carga a la espalda uno de estos asientos de mimbre, hoy de dos plazas y 80 kilos de peso, y desaparece playa abajo. Una vez en el lugar elegido, limpia con su gorro el “strandkorb” de arena y cobra el alquiler: siete euros por un día.
Knooke nació aquí, en Warnemünde. En realidad, es constructor de barcos. Cuando era joven salía a menudo a navegar y en uno de esos viajes se le ocurrió la idea de alquilar las viejas casetillas. Muchos de sus compañeros tenían una instalada en la playa. Si se estropeaba, le pedían a Knooke que se la arreglase. Su mujer le ayudaba pintando y cosiendo las telas, hasta que empezaron a no dar abasto con tanto “strandkorb”.
350 “strandkörbe”
En 1994, Knooke se quedó sin trabajo. Ese mismo año, él y su esposa compraron 350 “strandkörbe” para alquilarlos en la playa. Hoy está contento con la decisión. ¿Dónde podría estar mejor que en su despacho con vistas al Báltico? Siete días a la semana desde mayo hasta septiembre Knooke espera a los turistas junto a la cabaña de madera blanca, y contribuye a que Warnemünde conserve su imagen característica.
Los clientes le llegan de todo el mundo. “Hace unos días aparecieron unos chinos”, cuenta. Cuando vieron los “strandkörbe” se quedaron con la boca abierta. “No habían visto algo así en su vida. Se sentaron para probarlos y les encantaron”.
Para algunos, pasar las vacaciones en los sillones de Knooke se ha convertido en una auténtica tradición. Los que ya son asiduos vienen a veces con café y pasteles a la playa para compartirlos con el alquilador de “strandkörbe”: un tipo de merienda que agradece tener donde sentarse y que a los 35 grados del Mediterráneo no sería muy agradable.