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Trumpconomics, entre grandes signos de interrogación

9 de noviembre de 2016

Reducciones de impuestos y proteccionismo, esas son las líneas maestras en política económica de Donald Trump. Sobre sus posibles consecuencias no se ponen de acuerdo los expertos.

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USA Donald Trump in New York
Imagen: picture alliance/landov/J. Angelillo

La promesa de bajar los impuestos ha aupado a la Casa Blanca a otros candidatos antes que a Trump. Los estadounidenses pagarán en lo sucesivo, según su nivel de ingresos, un 10%, un 20% o un 25% en impuesto sobre los ingresos. Quienes ganen menos de 25.000 dólares al año estarán exentos de pagar. Y los ingresos más altos pasaran de pagar el actual 45% al 25%.

Si la reforma fiscal de Trump es aprobada en el Congreso, más de la mitad de los 120 millones de hogares no pagará impuestos en 2017. Se abolirá el impuesto de sucesiones y las ganancias corporativas pasarán de pagar un 25% a un 15%. No es difícil adivinar una dramática pérdida de ingresos fiscales. Según el think tank 'Tax Foundation', podría suponer entre 2,6 y 3,9 billones de dólares en diez años.

Ese hueco esperan llenarlo gravando progresivamente los beneficios en el extranjero de grandes multinacionales estadounidenses como Apple, Amazon o General Electric. Además, como hiciera Laffer con Ronald Reagan, los asesores de Trump, Wilbur Ross y Peter Navarro, esperan que las reducciones de impuestos den un nuevo impulso a la economía de Estados Unidos, generando ingresos adicionales. A Reagan no le funcionó.

Globalización bajo las condiciones de Estados Unidos

Donald Trump quiere revisar todos los acuerdos comerciales. Empezando por el NAFTA con Canadá y México, que quiere renegociar para mejorar las condiciones para Estados Unidos. Fue una de sus promesas electorales. También el Transpacífico TPP. Sólo dificultando el acceso al mercado estadounidense para China, Corea o Japón podrá compensar Trump las políticas monetarias de estos países. Y paralizará la negociación del TTIP con la Unión Europea.

Las exportaciones alemanas también se llenan de incertidumbre con la elección de Trump. Con otros mercados en declive, Estados Unidos fue ya en 2015 el principal mercado para Alemania, desbancando por primera vez en sesenta años a Francia. Un 10% de las exportaciones alemanas, bienes por valor de 125.000 millones de euros, viajan hasta Estados Unidos. El flujo contrario es algo menos de la mitad, 60.000 millones (el 6% de las importaciones alemanas). Un millón de puestos de trabajo en Alemania depende, directa o indirectamente, de ese comercio, aunque más de la mitad corresponden a empresas estadounidenses.

En Estados Unidos, también cientos de miles de trabajadores (y votantes) dependen de empresas alemanas. El mayor empleador alemán allí es DHL, que da trabajo a 77.000 personas; Siemens, a 70.000; el suministrador automovilístico ZF, a 62.000; y Volkswagen a 60.000 empleados.

Economías entrelazadas

Las 3.700 empresas alemanas presentes en EE.UU. tienen invertidos allí, en fábricas o bienes raíces, más de 271.000 millones de euros. Sólo las 50 mayores tienen una facturación anual conjunta de 400.000 millones de dólares. El volumen de negocio de las 50 mayores empresas estadounidenses en Alemania es significativa, aunque algo menor: 170.000 millones. Y las inversiones ascienden a 27.000 millones.

A este floreciente intercambio comercial con Alemania probablemente Trump no se oponga, si acaso puede estar contra esos desequilibrios. Contra que la balanza comercial sea tan favorable a Alemania se han venido quejando desde hace años tanto demócratas como republicanos. Con Donald Trump en la Casa Blanca seguramente haya más presión para hacer algo por reequilibrar el enorme déficit comercial que Estados Unidos mantiene con Alemania.

Thomas Kohlmann