Wolfgang Rihm: la madurez del enfant terrible
28 de marzo de 2012Wolfgang Rihm irrumpió con fuerza en el sesudo ambiente musical alemán a principios de los 70. El círculo de Darmstadt, meca de las vanguardias europeas, lugar de debate e intercambio de las ideas más radicales del momento, sintió una mezcla de fascinación y rechazo hacia la música de aquel vehemente jovenzuelo que venía dispuesto a comerse el mundo.
Wolfgang Rihm quería hacer una música palpitante, llena de vida, alejada de los excesos estructuralistas cometidos por aquellos que seguían la máxima de Adorno de que no podía haber poesía después de Auschwitz. A Rihm le interesaba, ya no solo volver a dotar a la música de emoción, sino imbuirla de su particular desgarro expresivo.
En sus planes nunca entró restar complejidad al lenguaje, a pesar de que su nombre fue asociado al movimiento conocido como “nueva simplicidad”. Sin pretenderlo, acabó convirtiéndose en el abanderado de una nueva generación de compositores que no estaba dispuesta a que se le impusiera lo que tenía que hacer.
Un joven prodigio
Si hay algo que no puede negarse a Rihm es su condición de prodigio intelectual. Nacido en Karlsruhe en 1952, cuenta con una vastísima erudición musical que está presente en su propia obra. Pero Rihm no cita directamente el pasado, sino que alude a él. En ese sentido, hay referencias estilísticas a la música del Romanticismo tardío, sobre todo a Bruckner y Mahler.
Tras su paso por Darmstadt, Rihm acabó convirtiéndose en profesor de los cursos de verano que cada año se celebran en la ciudad alemana. Estudió en Colonia con Karlheinz Stockhausen quien, a pesar de que no sentía agrado por su música, le animó a que siguiera su propio camino. A día de hoy, todavía reconoce Wolfgang Rihm lo enormemente edificante que fue para él la personalidad del polémico compositor alemán.
Un año celebración
Wolfgang Rihm acaba de cumplir 60 años de vida. Sus obras se interpretan en medio mundo y le llueven las peticiones de entrevistas. Atiende a los periodistas desde su casa en Karlsruhe por fax, ya que no le gusta contestar por teléfono y no utiliza habitualmente Internet. Tampoco tiene coche, ni se sirve de los ordenadores para escribir su música, sino que sigue prefiriendo enfrentarse al pentagrama en el papel.
Su pasión por escribir sigue invencible. No en vano es dueño de un catálogo extensísimo que sigue creciendo. Entre sus obras, destaca el conocido ciclo camerístico Chiffre y su serie Vers une symphonie fleuve. En escasas ocasiones ha abordado el género operístico, en el que destaca La conquista de México, sobre textos de Artaud, que ocupa un lugar muy especial en su producción.
Autora: María Santacecilia
Editor: Pablo Kummetz