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Alemanes persiguen satélites desde la Antártida

Natalia Messer
26 de marzo de 2017

La Estación Alemana de Recepción Antártica envía y recibe datos de dos satélites que orbitan alrededor de la Tierra. Esa información es utilizada para estudios ecológicos, geológicos, hidrológicos y oceanográficos.

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El panorama que disfruta la base alemana es privilegiado.
El panorama que disfruta la base alemana es privilegiado.Imagen: Natalia Messer

Desde la ventana del Dr. Robert Metzig se avista un paraíso. El cielo absorbe escasos rayos de sol y en el mar flotan trozos gigantes de hielo. A pocos metros, una colonia de pingüinos parece querer hacerle compañía a todo aquel que se acerca.

"Siempre es emocionante estar en la Antártida porque puedo ver hermosos paisajes y eso me conmueve. También me ayuda a recargar las baterías", cuenta este físico especializado en satélites de la Universidad Técnica de Dresden. Actualmente, funge Metzig es director de la Estación Alemana de Recepción Antártica, conocida como GARS (del inglés, German Antarctic Receiving Station).

 

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La estación se encuentra en pleno continente blanco, a escasos 30 metros de la base militar chilena Bernardo O'Higgins, específicamente en el islote Isabel Riquelme, frente al cabo Legoupil de la península Antártica. Algunos llaman a esta base "la NASA alemana”, aunque no es lo más correcto, ya que aquí no hay astronautas ni tampoco se hace carrera espacial.

La GARS es un proyecto científico de cooperación entre el Centro Aeroespacial Alemán (DLR) y el Instituto de Geodesia Aplicada (BKG), cuyo objetivo es enviar y recibir datos de satélites que orbitan alrededor del planeta. Esos datos satelitales viajan desde el brillante cielo antártico a la estación misma, a una antena blanca de 9 metros de altura.

El Dr. Robert Metzig está a cargo de seis pantallas que registran los movimientos de dos satélites.
El Dr. Robert Metzig está a cargo de seis pantallas que registran los movimientos de dos satélites.Imagen: Natalia Messer

La antena es única en el mundo, resiste vientos de hasta 300 kilómetros por hora y fue traída desde Alemania a la estación antártica, donde fue armada. Los datos satelitales que aquí se reciben, y que tienen una fiabilidad del 99 por ciento, se utilizan más tarde para estudios en los ámbitos de la ecología, geología, hidrología y oceanografía.

Dos satélites

"Por ahora monitoreo el TerraSAR-X y el TanDEM-X, dos satélites alemanes que sobrevuelan los polos en las denominadas órbitas polares. Hacemos conexión con ellos, porque están muy cercanos entre sí, a no más de 100 metros de distancia”, explica a DW el científico.

En las regiones polares el tiempo de visibilidad del satélite es mayor, por lo que desde la Antártida es posible hacer contacto con más frecuencia. Y tan frecuente es el contacto, que Metzig debe monitorear, a cada segundo, las 6 pantallas que van dando información simultánea sobre el trayecto de estos satélites artificiales.

"El trabajo aquí nunca es aburrido. Tengo que estar siempre alerta”, asegura. Esto es importante, porque los datos que envían estos satélites pueden ser vitales, especialmente en casos de emergencias, como cuando se registran desastres naturales.

GARS, Forschung in der Antarktis
Imagen: Natalia Messer

Alerta de peligro

En Chile, fenómenos como las erupciones volcánicas, los terremotos y los tsunamis tienen lugar con frecuencia. En 2011, por ejemplo, con la erupción del complejo volcánico Puyehue-Cordón Caulle, el envío de datos que hizo la estación alemana fue esencial para las autoridades chilenas, al momento de decidir el traslado de las personas a zonas de resguardo.

"Estuvimos tomando datos satelitales más de dos meses, cada día, para saber cuándo terminaría la fase eruptiva de la tormenta de lava”, comenta Metzig. Las autoridades locales contaron con el apoyo científico de GARS tras el terremoto y el tsunami que golpearon a Chile en 2010 y también durante los incendios ocurridos en varias regiones del país en enero de 2017.

Alcatraz

Cuatro. Ni uno más. Ese es el número de personas que habita, por ahora, las instalaciones de la base alemana. Y ellos deben soportar largas estancias, de más de un año, en este continente solitario y hostil.

"Aquí no es llegar y decir quiero tomar un bus para devolverme a mi casa, porque se necesita un avión o un buque y el viaje puede tomar tiempo… Estar en la Antártida es un desafío a la propia resistencia y pone a prueba nuestra tolerancia”, confiesa Metzig, aludiendo tácitamente a la diversidad del personal, que es muy internacional y siempre rota. Esto hace que el trabajo no sea monótono.

Aunque algunos, en broma, han rebautizado la estación llamándola “GARScatraz”, haciendo referencia a la famosa prisión de la isla de Alcatraz.