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Alemania y la protección del clima: poco, tarde y mal

Martin Muno
20 de septiembre de 2019

Mientras la gente se manifiesta por todo el mundo contra el cambio climático, la coalición de gobierno alemana acuerda un paquete de medidas para proteger el clima. Para Martin Muno, el plan es muy poco ambicioso.

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Un antiguo eslogan de la lucha política de los activistas del medioambiente rezaba que nuestro planeta es la base de toda la vida y que no hay un segundo planeta Tierra de reserva. Hoy eso es algo sabido por todo el mundo y mil veces repetido por políticos y científicos. Igualmente evidente, y solo negada por ideólogos como Donald Trump, Jair Bolsonaro o el político populista de derechas alemán Alexander Gauland, es la teoría de que el cambio climático está causado por el hombre, es decir, que se está produciendo una elevación de la temperatura global como consecuencia de las crecientes emisiones de dióxido de carbono.

En el peor de los casos, nos espera una incontrolable reacción en cadena: la Tierra podría calentarse entre 4 y 5 grados, el nivel del mar subiría drásticamente y grandes superficies de tierra se volverían inhabitables.  A la vista de tales escenarios apocalípicos, la Cumbre del Clima celebrada en París en 2015 decidió que debía hacerse todo lo posible para limitar el aumento de la temperatura y mantenerlo por debajo de los dos grados. Porque las agujas del reloj corren inexorables y, para alcanzar el objetivo deseado de 1,5 grados, podremos mantener nuestro actual volumen de emisiones solo durante ocho años más. Después, ni un gramo más. Las elevadas cifras de participantes en las convocatorias por el clima, como las del movimiento Fridays for Future, demuestran claramente que estos datos han calado en la conciencia de muchas personas.

Greta y Merkel, la canciller del clima

"Quiero que sientan pánico", dice Greta Thunberg, la activista climática más famosa. "Quiero que actúen como si su casa estuviera ardiendo. Porque está en llamas". Y ¿qué hace al respecto el Gobierno alemán? ¿Qué medidas emprende un Gobierno liderado por una mujer llamada "canciller del clima” y que reconoce como verdades científicas los peores pronósticos sobre el calentamiento global? Lo que hace es dejar preparadas un par de jarras llenas de agua, para quedarnos con la metáfora de la casa en llamas de Thunberg.

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Martin Muno.

Es cierto que muchas de las medidas planeadas van en la dirección correcta: encarecer el transporte aéreo y automovilístico, abaratar los viajes en tren, fomentar la electromovilidad, modernizar las calefacciones antiguas…. Pero, en general, el paquete climático es poco ambicioso y enrevesado. Y llega demasiado tarde. Es bastante obvio que solo quiere hacerse aquello que se pueda sin contraer nuevas deudas ni perder votantes, en lugar de hacerse lo necesario a la vista de la amenaza global que supone el cambio climático. Porque las medidas no eliminan subvenciones que son perjudiciales para el clima: ventajas impositivas para el diésel y exención de impuestos para el queroseno y para las dietas que las empresas dan a los empleados por desplazamientos. Se frena la ampliación de las energías renovables y la última central carboeléctrica no se cerrará hasta casi dentro de 20 años.

También responsabilidad de los ciudadanos

Lo que necesitamos es una hoja de ruta verificable y más clara para reducir las emisiones de dióxido de carbono en los próximos años. El que sí muestra qué es lo que puede hacerse es el sector de las finanzas, que no es precisamente el que mejor fama tiene en estos temas. Alrededor de 500 empresas de todo el mundo han exigido a los Gobiernos que vayan más allá de las obligaciones contraídas en el Acuerdo de París antes de la próxima cumbre climática. Entre otras cosas, encarecer drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, poner fin en todo el mundo a las subvenciones a los combustibles fósiles e invertir en el fomento de la producción de energías pobres en dióxido de carbono. En total, un paquete que asciende a varios billones de dólares anuales.

Naturalmente, los inversores no actúan de forma desinteresada. Temen, por un lado, los considerables riesgos para la economía mundial producidos por el cambio climático. Por otro lado, ven también grandes posibilidades de inversión en el marco de un cambio energético a nivel global. El Gobierno alemán debería tener una perspectiva mayor que la de la próxima jornada electoral.

Sin embargo, el que señala con dedo acusador, también debería hacer un poco de autocrítica. Y eso vale también para el autor de estas líneas. Cierto, los Gobiernos –todos, no solo el alemán- deberían utilizar su posición para hacer una adecuada política medioambiental. Pero los ciudadanos y consumidores también tenemos una responsabilidad: ¿de verdad necesito un auto tan grande? ¿tengo que hacer todos los años un largo viaje? ¿necesito comer carne todos los días?  ¿Qué puedo hacer para que mi huella de carbono sea más segura para el futuro? El cambio climático también es un reto para nuestra comodidad. Para nuestros hijos y nietos, podría suponer una amenaza para su existencia.

(ms/ers)

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