Angela Merkel aparece por primera vez en la escena política alemana tras la caída del Muro en 1989. Parece hecha a la medida del entonces canciller Helmut Kohl. Para su partido, plagado de figuras patriarcales, el líder conservador busca una mujer, a ser posible joven y del este del país. Angela Merkel se convierte en la "muchacha de Kohl” y se incorpora al primer gabinete alemán tras la Reunificación. En 2005, la hija de un pastor protestante y doctora en Física se convierte en la primera mujer en asumir la jefatura del ejecutivo federal. Subestimada al principio como solución interina, adquiere rápidamente la estatura de una mandataria reconocida mundialmente. Durante mucho tiempo, Merkel tiene fama de dudar y necesitar mucho tiempo para tomar decisiones políticas. En agosto de 2015 desmiente esa aparente actitud vacilante al abrir las fronteras alemanas a los refugiados. En pocos meses, el país recibe casi un millón de peticionarios de asilo. Un desafío para Alemania. Merkel recibe críticas y se habla del "ocaso de la canciller”. El siguiente desafío es el brexit, una prueba de fuego para toda la Unión Europea. Las tensiones en el seno de la UE erosionan también las tradicionales buenas relaciones francogermanas. Macron exige profundizar el proyecto europeo, mientras Merkel ignora con elegancia la demanda del presidente francés. Su tono prudente en el trato con mandatarios populistas como Donald Trump le merece a Merkel reconocimiento internacional. En 2018 sorprende al anunciar su dimisión como presidenta de la CDU, cargo que ostentaba desde hacía 18 años. En la Unión Cristianodemócrata se libra ahora una enconada lucha por su sucesión. Y en el aire queda un interrogante: ¿cuál es el legado político de Merkel?