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ANIMAL | Sarah Brosnan

22 de agosto de 2016

Por mucho que cueste reconocerlo, en cierto modo el ser humano no es más que un animal. Un animal con necesidades e impulsos, movido por hormonas, reflejos nerviosos e instintos.

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Imagen: DW

Gier. Clip Tier # 09.08.2016 # documentales

Nos gustaría creer que tenemos control sobre nosotros mismos, pero esa idea es errónea. Como muchos otros animales, el ser humano es un animal gregario, que muestra un comportamiento de manada, que ama la jerarquía con su claro reparto de roles y reacciona en muchos casos como otros primates. El comportamiento social, territorial y tribal humano o instintos como el impulso depredador, la agresividad y la sexualidad son rasgos y modelos de comportamiento que nos recuerdan – no hay más que echar un vistazo al periódico - que somos también animales. Pero también olvidamos a menudo rasgos típicamente humanos, como la empatía o la moral.

El mono en nosotros

El animal-humano neurótico busca distracción y satisfacción, compensar su miedo... En cierto modo, los seres humanos se comportan como amebas – impulsados sobre todo por lo que aporte satisfacción. El llamado “marketing neuronal“ saca provecho del funcionamiento del cerebro humano: procesos electroquímicos en el “centro de recompensa” desencadenan la liberación de endorfinas que provocan un sentimiento transitorio de felicidad. Pero a diferencia del animal, el ser humano a menudo nunca tiene suficiente.