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Autodefensas en México: Michoacán no es la excepción

Enrique López Magallón17 de enero de 2014

En todo México hay más de 30 grupos de autodefensa similares a los aparecidos hace más de un año en Michoacán. Su surgimiento no acabará con la violencia en el país, sino todo lo contrario, opina Enrique López Magallón.

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Mexiko - Tote bei Vorgehen gegen Bürgerwehren // eingestellt von nis
Imagen: Reuters

México es el primer exportador de aguacate en el mundo, y Michoacán es desde hace décadas el principal estado productor de la materia prima para el mundialmente conocido guacamole. El negocio es próspero y registra crecimiento: las exportaciones de aguacate representan para Michoacán cerca de 900 millones de dólares al año.

En 2010, medios mexicanos hablaban ya del aguacate como el “oro verde” cuya riqueza era codiciada por grupos criminales entre los que destacan los Caballeros Templarios. Éstos, además de intervenir en la cadena de producción de aguacate, limón y otros productos, exigen sobreprecios a los comerciantes y siembran el terror entre la población michoacana a través de delitos como el secuestro.

Los grupos de autodefensa que han aparecido desde hace más de un año en Michoacán surgen precisamente entre productores agropecuarios, y empresarios medianos y pequeños, que son los directamente afectados por las actividades criminales de los Caballeros Templarios.

Sólo así puede explicarse la adquisición ilegal, por parte de dichas “guardias comunitarias”, de armas largas como los rifles de asalto AK 47, cuyo valor en el mercado negro oscila entre 1500 y 4000 dólares, por pieza.

La toma de varios poblados por parte de las autodefensas de Michoacán es reflejo de una desesperación extrema entre la ciudadanía. El presidente Enrique Peña Nieto ofreció mayor seguridad, sin que hasta el momento se vean los resultados. En Michoacán, la ausencia durante meses del gobernador Fausto Vallejo, debido a una grave enfermedad, creó además un vacío de poder.

La población de Michoacán se siente abandonada a su suerte frente al avance del crimen organizado. Pero no es una situación excepcional: en todo el país se ha comprobado la presencia de más de 30 autodefensas similares a las michoacanas.

Muchas experiencias lo comprueban: a mayor cantidad de armas le sigue una mayor violencia. Tampoco refuerza el orden institucional el que el Estado abandone funciones básicas de seguridad para delegarlas en grupos civiles armados. Tomar la justicia por propia mano es un principio que atenta contra la convivencia social civilizada.

Pero toda advertencia a este respecto ha sido, en el mejor de los casos, ignorada. Un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre la aparición de guardias comunitarias en otro estado, Guerrero, fue rechazado en diciembre pasado por las propias autoridades de esa demarcación.

El problema no es sólo de los gobiernos estatal y federal. Los grupos de autodefensa afirman que actúan por hartazgo y frustración. Y buena parte de la población mexicana, saturada de la creciente inseguridad en todo el país, comparte ambos sentimientos.

Según encuestas recientes realizadas en México, 45 por ciento de los ciudadanos está de acuerdo en que los civiles organicen sus propias guardias armadas, a fin de combatir el crimen.

Tal tolerancia de la ciudadanía, y la incapacidad del gobierno para contener el avance del crimen organizado, son garantía de que las autodefensas mexicanas no desaparecerán en un corto plazo.