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¡Bienvenido a Friedland! ¿Y después?

25 de agosto de 2015

Sentirse a salvo y ser bien recibido. Salvo en Friedland, los refugiados que llegan a Alemania experimentan pocas veces esta sensación. Pero, ¿qué pasa cuando tienen que marcharse?

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Durante la primera mitad del 2015, se han duplicado dos cosas en Alemania: la cifra de las solicitudes de asilo y los ataques a los refugiados. Para el 2015 se esperan un total de 800.000 nuevas solicitudes. También el campo de Friedland está lleno hasta los topes a finales del verano. Se aloja a los refugiados en carpas y casetas prefabricadas, muchos tienen que dormir en los pasillos de los edificios de la administración. Hay días en los que el campo alberga a 3000 personas, a pesar de que su capacidad es sólo para 700. “Estamos al límite de lo que se puede llamar asistencia responsable a los refugiados”, afirma el director Heinrich Hörnschemeyer.

Casi en toda Alemania hay personas que apoyan a los peticionarios con ofertas variadas e incluso creativas. Al mismo tiempo, cada vez más alemanes se muestran reacios a que los inmigrantes sean alojados en sus localidades.

Un largo camino con un futuro incierto

Los que están en contra de ayudar a los refugiados olvidan a menudo que muchos alemanes, incluso sus padres o abuelos, huyeron antaño de la guerra y la expulsión, y hallaron refugio en un centro de acogida como Friedland. Actualmente, la mayoría de los que buscan asilo en Alemania provienen de Siria. Los Balcanes, Afganistán, Irak, Eritrea, Nigeria y Pakistán son otras de las principales regiones de origen de los refugiados.

Pero, ¿qué ocurre tras su llegada a Alemania? Desde luego, su viaje todavía no ha terminado. Tienen aún por delante un largo camino por el país. Dependiendo del lugar por donde han ingresado a Alemania son trasladados provisionalmente al centro de primera acogida más cercano. Friedland en uno de estos centros. En base a la llamada clave Königsteiner, cada estado federado alemán debe hacerse cargo de una cifra determinada de peticionarios de asilo en relación a su tamaño y a su recaudación fiscal. Por esta razón, los refugiados son distribuidos en pueblos y ciudades pequeñas de todo el país poco después de su llegada. En estos centros de acogida suelen pasar otros 3 meses antes de que les sea adjudicado un alojamiento en el estado federado correspondiente. Tras esa larga espera, todavía es incierto que puedan permanecer en Alemania. En la actualidad, la duración promedio del trámite de un permiso de residencia es de 7 meses.

¿Bienvenidos a Alemania?

Para muchos refugiados que han vivido experiencias traumáticas, la larga espera y los continuos cambios de albergue suponen una fuerte carga psíquica. A ello hay que añadir que, en la mayoría de los casos, no suelen ser bienvenidos en Alemania, donde las protestas, los incendios a viviendas de solicitantes de asilo y los ataques están a la orden del día. Según datos del Ministerio del Interior alemán, en el primer semestre de 2015 se produjeron tantas agresiones a inmigrantes como en todo 2014. De los 202 ataques registrados, 173 tuvieron una clara motivación ultraderechista. Movimientos xenófobos como Pegida en Dresde o sus imitadores en todo el país echan leña al fuego racista contra los refugiados y también contra los musulmanes, que llevan mucho tiempo viviendo en Alemania. Lo más preocupante es que la extrema derecha y los opositores de la burguesía conservadora cada vez acercan más sus posiciones.

Alojamientos apropiados

Para que la situación no desemboque en una catástrofe humana es necesario que se produzcan cambios en la ley de asilo y que también mejore el clima en el que tiene lugar el debate político sobre los refugiados y su distribución en el país. La recaudación fiscal y el número de habitantes no son datos perentorios para decidir si es sensato alojar a refugiados en una determinada localidad. ¿Se pueden garantizar la atención médica y el asesoramiento? ¿Se ofrecen cursos de idioma en los que puedan participar todos los inmigrantes? Los albergues alejados de los centros urbanos, en los que viven hacinadas personas de trasfondos y necesidades extremadamente diferentes, son terreno fértil para los conflictos. Mucho más sensato sería alojar a los solicitantes en viviendas dentro de las ciudades y, con ello, en el centro de la sociedad. Desde el punto de vista ético, Alemania no tiene otra opción que abogar por una política humana de asilo. Por ello, resulta necesario crear más ofertas de integración e incrementar el diálogo con la población para superar el miedo y el resentimiento xenófobo. En este sentido, la labor que desempeñan muchas personas en campos de acogida como Friedland es de un valor incalculable.