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Brasil: ¿todo sigue igual?

Astrid Prange (CP/EL)27 de octubre de 2014

Dilma Rousseff sigue siendo presidenta de Brasil, pero aquella guerrillera del Partido de los Trabajadores se transformó en política conservadora, y la sociedad brasilera está cada vez más dividida, opina Astrid Prange.

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Dilma Rousseff, en la foto, con Lula.
Dilma Rousseff, en la foto, con Lula.Imagen: Reuters

“Nada de experimentos”. “Hay que continuar con el rumbo que tomamos”. “¡Brasil, sigue así!” ¿Quién hubiera pensado que justamente los antiguos eslóganes de los conservadores alemanes de la Unión Democristiana (CDU) podrían aplicarse alguna vez al PT brasileño? El partido de la reelecta presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se ha vuelto conservador: quiere mantener el status quo y continuar con el curso que tomado hasta ahora.

Tampoco la mayoría de los electores brasileños estuvo a favor de hacer experimentos. Un 51,64 por ciento le dio su voto a la presidenta Dilma Rousseff, y Aécio Neves, su rival del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) obtuvo el 48,36 de las papeletas. Sobre todo los votantes de las capas más pobres de la sociedad temían que las reformas que prometió llevar a cabo Neves incluyeran a los programas sociales.

Socialistas conservadores

Es paradójico, pero después de doce años en el poder, los conceptos políticos parecen haberse trastocado en Brasil. La izquierda brasilera se volvió conservadora. La derecha, por el contrario, pugna por cambios. Pero, ¿no es todo Brasil el que anhela esos cambios? Las protestas masivas de junio de 2013 fueron, en todo caso, un indicio de ese anhelo y del creciente descontento con el gobierno de Dilma Rousseff. El candidato Aécio Neves no logró utilizar ese descontento en favor suyo. Su campaña “anti Dilma” fue, sobre todo, exitosa entre aquellos electores escépticos con respecto al PT, pero no fue provechosa para convencer a los indecisos ni para ganar nuevos adeptos.

Astrid Prange de Oliveira, de Deutsche Welle.
Astrid Prange de Oliveira, de Deutsche Welle.Imagen: DW/P. Henriksen

Dilma Rousseff, por el contrario, reaccionó muy hábilmente a las manifestaciones masivas e hizo bien los deberes: trajo médicos cubanos a Brasil e hizo todo lo posible para que el congreso brasilero aprobara dos leyes que estuvieron guardadas en un cajón durante años: el empleo de ingresos adicionales de la extracción de petróleo en las áreas de salud y educación, así como la calificación de la corrupción como delito capital.

Sociedad brasilera, dividida

Dilma Rousseff no quiso ni pudo detener el proceso de polarización de la sociedad brasilera. Luego de ganar las elecciones presidenciales, el PT se enfrenta a una montaña de escombros. Los escándalos de corrupción sacuden al partido, los ataques verbales llegan a minar las relaciones interpersonales, y un abultado aparato burocrático ha permitido que los abusos estén a la orden del día.

A todo esto, tanto el PT como también el PSDB realizaron una labor excelente para cimentar la democracia brasilera. Bajo el gobierno del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), Brasil venció al flagelo de la inflación y sentó las bases de los exitosos programas sociales.

En realidad, es más lo que une a ambos partidos que lo que los separa. Dilma Rousseff y Aécio Neves deberían hacer honor a esa herencia conjunta y sostener un diálogo respetuoso, en lugar de seguir polarizando cada vez más a la sociedad brasilera. De todos modos, la presidenta reelecta Dilma Rousseff no puede negarse del todo a llevar a cabo las reformas que proponen sus rivales políticos. Seguir así, como lo proponen los conservadores, sería fatal para Brasil.