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Brasileños pierden interés en juicio contra Rousseff

Donna Bowater, desde Río de Janeiro (jov/rml)11 de abril de 2016

Los brasileños parecen estar cansados de la crisis política en su país. En un momento crucial del debate sobre la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, el interés disminuye.

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Imagen: DW/D. Bowater

En una inusual muestra de unidad, las aficiones de los equipos rivales en Río salieron juntos a las calles a defender la democracia, cuando Brasil se prepara para una semana decisiva, en la que la presidenta podría quedar al borde de la destitución.

Aunque critican al gobierno, su mensaje fue firme contra la expulsión de la presidente Dilma Rousseff, así estén a favor del cambio político. "No sólo queremos parar el golpe de Estado y defender la democracia. Nuestro cometido es mucho más ambicioso", dice Orlando Guilhon, de 63 años. "Nuestro mensaje a los poderes públicos es que este gobierno tampoco nos representa porque la mayoría del Congreso se compone de ricos y hombres blancos mayores de 55 años", acota Guilhon, que trabaja con el movimiento social del Foro Nacional para la Democratización de la Comunicación (FNDC). Guilhon prefiere ver a un gobierno democráticamente elegido, no derrocado.

La manifestación fue una de las muchas pequeñas protestas, con posiciones más matizadas frente al enfrentamiento en el Congreso sobre el juicio político. La semana pasada, una protesta de "Mujeres por la Democracia", organizada por el Partido de los Trabajadores se llevó a cabo mientras los abogados realizaban otra en Sao Paulo, en defensa de la acusación y en apoyo del juez Sergio Moro, que ha liderado la operación Lava Jato ( "Lavado de coche") contra la corrupción. Brasil está ahora más fragmentado que nunca.

¿Ni Rousseff ni destitución?

El apoyo a la remoción de Rousseff ha caído en pocas semanas del 68 al 60%, según Datafolha. Del mismo modo, el apoyo a la exigencia de su renuncia ha caído de 65 a 60%. Mientras tanto, el mismo porcentaje también apoyó la destitución del vicepresidente Michel Temer que reemplazaría a Rousseff. Las cifras de Datafohla sugieren insatisfacción, no sólo con la presidenta, sino también con el intento de sacarla de su puesto. Ha habido repetidas peticiones tanto en contra de su continuidad, como en contra de un juicio político. Según Datafolha, tres cuartas partes de los brasileños ni siquiera han discutido la situación política actual con sus amigos o familiares.

Marina Silva, que participó en las elecciones presidenciales de 2014, y su partido, Red de Sostenibilidad lanzaron una campaña para elecciones totalmente nuevas porque, según ellos, la solución a la crisis política no la tienen ni Rousseff ni Temer.

Mientras tanto, la iniciativa Vem Pra Rua (¡Ven a la calle!) está convocando a millones a salir el domingo 17 de abril, cuando se espera que el Congreso vote. Gustavo Gesteira, portavoz del movimiento Vem Pra Rua, negó que la campaña de destitución estuviera perdiendo impulso. "Por el contrario, hemos visto que el juicio político está ganando fuerza", dijo a DW. "La gente entiende que Dilma Rousseff no respetó la ley, y nadie está por encima de ella". Él rechaza las afirmaciones del Partido de los Trabajadores de que el movimiento para acusar a Rousseff fuera una forma de “golpe de Estado”.

"Desprecio por el sufragio universal"

Independientemente de las encuestas de opinión y del apoyo público a la acusación, las cifras que importan ahora son los de cuántos congresistas votarán a favor. El caso pasará en el Senado si 342 congresistas votan por un juicio político, mientras que Rousseff necesita 171 votos para garantizar su mandato.

Luiz Gonzaga Belluzzo, exsecretario de política económica del Ministerio de Finanzas, dice que el juicio político a Rousseff es la continuación de un ciclo de socavación del voto directo. En el diario Folha de Sao Paulo, Belluzzo afirma que "el escándalo jurídico-político actual demuestra el desprecio de los brasileños por el sufragio universal como garante de la legitimidad de un mandato en una democracia". Y concluye que "un presidente no puede ser tratado como un entrenador de fútbol, que si a las barras bravas no les gusta, lo cambiamos".