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Colombia en guerra por la paz

José Ospina-Valencia22 de mayo de 2014

Este 25 de mayo 33 millones de colombianos elegirán presidente. Aunque urgen reformas, la campaña se redujo a un solo tema: la paz. O la guerra, si el uribismo regresa, dicen analistas. La paz de Santos pende de un hilo.

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Grupo de apoyo a la campaña del candidato-presidente Juan Manuel Santos.
Grupo de apoyo a la campaña del candidato-presidente Juan Manuel Santos.Imagen: picture-alliance/AP

Colombia es un país de oportunidades no aprovechadas. A pesar de que necesita reformar sus sistemas judicial y de salud; combatir la pobreza, el desempleo y la inseguridad; construir una infraestructura para el siglo XXI y renegociar algunos TLC, estos temas fueron relegados por el omnipresente debate sobre la paz.

Esta es la octava elección presidencial en serie en la que los electores colombianos tendrán que decidirse por la paz o por la guerra. Si bien esta es una historia de fracasos, es también la muestra de que “de los más de 50 años de guerra interna, los colombianos han dedicado 30 a buscar la paz con las más diversas iniciativas”, recuerda a DW la politóloga Sabine Kurtenbach, del Instituto alemán para Estudios Latinoamericanos (GIGA), con sede en Hamburgo.

De izquierda a derecha...

Cinco candidatos quieren ser presidentes de Colombia entre 2014 y 2018: Clara López, por los izquierdistas partidos Polo Democrático Alternativo/Unión Patriótica; Enrique Peñalosa, de Alianza Verde; Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador; Oscar Iván Zuluaga, del partido uribista Centro Democrático y Juan Manuel Santos, el candidato-presidente por la Unidad Nacional, una coalición de conservadores y liberales.

“Todos los 5 candidatos dicen querer la paz, la cuestión es bajo cuáles condiciones pretenden hacerla posible”, dice a DW Angelika Rettberg, científica del GIGA. Con la paz como tema obligado, todos los candidatos, menos el uribista, apoyan, en principio, la formula de Santos que actualmente se negocia con las FARC en La Habana.

Reproducción del "tarjetón electoral" con los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de Colombia en 2014.
Reproducción del "tarjetón electoral" con los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de Colombia en 2014.Imagen: Registraduría Nacional de Colombia

La paz como presa electorera y no como política de Estado

La politización del proceso de paz ha dejado relegados a tres de los candidatos, quedando en el cuadrilátero solo dos: Santos, en favor de la paz y Zuluaga, en favor de una paz, pero tan condicionada, que la haría imposible. Las últimas encuestas arrojan un empate técnico. Según Datexco, ambos candidatos obtendrían, cada uno, alrededor del 28% de los votos, lo que obligaría a una segunda vuelta el 15 de junio.

Si el tema central es la paz, ¿por qué la mitad del electorado parece orientarse por retomar la línea belicista? es la interrogante planteada a la investigadora de conflictos políticos Sabine Kurtenbach: “Colombia tiene un historial de 30 años de ensayos de paz. Pero también es cierto que con cada fracaso han crecido la decepción y el escepticismo. La postura ambivalente de los colombianos es producto de las experiencias negativas del pasado. Como también pesa que bajo los dos mandatos de Álvaro Uribe no se habló de guerrilleros sino de terroristas”, concluye la politóloga del GIGA.

“Fue Santos el que cambio el discurso y ha impulsado el entendimiento entre todas las partes en conflicto. El cambio de visión entre la población toma su tiempo”, advierte Kurtenbach. Santos es además, criticado por hablar con “el enemigo del Estado” dándole así un valor, a lo que él replica que “si no se le concediera el respeto a la contraparte no habría una base para negociar la paz”.

Mayoría por una paz negociada

Para Rettberg, lo importante es que “las estadísticas también demuestran que la gran mayoría de los colombianos cree que la paz debe lograrse por la vía negociada. Si bien es cierto que hay duros críticos, con buenas razones seguramente, gracias al diseño y a la agenda de este proceso de paz se han logrado cosas que nunca antes habían sido posibles”. En el marco del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera “la guerrilla habló, por primera vez en su historia, de la dejación de armas y su reincorporación a la vida civil”, resalta el analista Armando Novoa en la revista Razón Pública.

Santos logró entablar conversaciones “directas e ininterrumpidas”, y una agenda de seis puntos, de los cuales ya hay acuerdos en los primeros tres: desarrollo rural, participación política y narcotráfico. Las negociaciones avanzan sin el cese de hostilidades y son avaladas por Cuba y Noruega, como países garantes y Venezuela y Chile, en calidad de acompañantes.

Atroz crimen y silencio de las armas en campaña

Por su parte, las FARC anunciaron una tregua unilateral de una semana para estas elecciones. Un anuncio considerado por el procurador general, Alejandro Ordoñez, como “cinismo”, toda vez que el día anterior, el 15 de mayo, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, las FARC utilizaron a un niño para transportar y hacer explotar una granada de fragmentación que estalló en medio de un campo en donde policías y niños jugaban fútbol. “Este es un crimen de guerra y demuestra que las FARC siguen reclutando niños, esto es un homicidio en persona protegida”, precisó Ordóñez al diario El Espectador, de Bogotá. Este crimen de lesa humanidad fortalece así a los enemigos de la paz de Santos, a pocos días de que los colombianos enfrenten la nueva encrucijada de a quién darle su voto.

“Críticos del proceso de paz creen que Santos ha ido demasiado lejos otorgando en Cuba concesiones a las FARC, a pesar de que no hay mucha información. Y esto justamente permite generar dudas y temores con mentiras o medias verdades entre la población”, recuerda a DW Angelika Rettberg, también profesora de la Universidad de los Andes, en Colombia.

Ventajas y desventajas del diálogo sin micrófonos

La falta de información sobre las conversaciones con las FARC se debe a la necesidad de blindarlas de influencias e intromisiones externas que puedan hacer fracasar el proceso. Una estrategia que se convierte en una debilidad porque la falta de informaciones facilita las especulaciones, que a su vez, hacen perder la confianza en el proceso, por lo menos en la percepción de opositores y escépticos.

Según el candidato uribista Oscar Iván Zuluaga, “pactar reformas con la guerrilla sería una rendición de la democracia”. En caso de que el candidato del Centro Democrático llegue a la presidencia, exigirá un “sometimiento a la justicia” e impedirá que los cabecillas de la guerrilla puedan ser elegidos a un cargo público. “Exigencias que harían romper el diálogo y se volvería a la confrontación armada”, apunta en DW el sociólogo Francisco Leal Buitrago, de la Universidad Nacional de Colombia. La realidad es que la acción militar no se ha detenido, a pesar de que en La Habana las partes hablen de paz. Pero ese fue el trato: la guerra continuará hasta que firmemos la paz.

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Tardío respaldo, desbordado gasto militar

Según el analista Leal Buitrago, “el Gobierno de Santos se tardó en buscar un mayor respaldo entre la opinión pública al proceso de paz” y dice a DW que Santos no es el cordero frente a las FARC como lo pinta el uribismo, al tiempo que advierte que “justamente este Gobierno siguió aumentando el gasto militar y el pie de fuerza para demostrarle a la opinión pública que no ha descuidado la seguridad, una critica persistente del uribismo”.

Según el Instituto de Estudios para la Paz (SIPRI), el presupuesto militar en Colombia pasó de representar el 2,8% del BIP en 1994 al 13% en 2013. En relación con el BIP, Colombia es el país con el mayor gasto militar de América Latina, seguido por Chile, Ecuador, Brasil y Venezuela, dice el SIPRI.

La propaganda del “castro-chavismo” y el inédito “factor venezolano”

“La distorsión publicitaria con escándalos de espionaje orquestados por la extrema derecha busca hacer creer que Santos va por el camino del modelo venezolano del castro-chavismo que le permitirá a las FARC tomarse el poder en Colombia”, agrega Leal. Una hipótesis que gran parte de la poderosa comunidad venezolana en Colombia difunde masivamente en las redes sociales y que es considerada por Sabine Kurtenbach como un “absurdo”, toda vez que “el panorama político colombiano es muy diferenciado. Tras la Constitución de 1991 en la sociedad colombiana actúan muchísimos actores pacíficos, pragmáticos y progresistas”.

A la pregunta de ¿cuál es la cuenta que no hacen quienes quieren acabar con el proceso de paz?, responde a DW Francisco Leal Buitrago que “muchos siguen creyéndole a Uribe que la guerrilla se puede acabar con las armas, cosa que él mismo no pudo lograr en 8 años de gobierno”.

En todo caso, “el gasto militar tiene que ser tratado cuando se firme la paz, porque las necesidades de las Fuerzas Armadas en un país en paz son distintas a las de un país en guerra”, recalca Kurtenbach. “¿No es mejor que un soldado o un policía padre de familia salga de su casa a hacer la paz y no la guerra?, pregunta el candidato-presidente a la audiencia de la estación Blu Radio.

¿Hora de hacer de Colombia un país de oportunidades aprovechadas?

Los electores lo dirán este 25 de mayo, o el 15 de junio. Por lo pronto, Leal Buitrago concluye que “la guerra ha distorsionado también las finanzas públicas, mientras la paz haría crecer en dos puntos el Producto Interno Bruto”.

Ante la ya tradicional disyuntiva de escoger entre la guerra o la paz a la hora de elegir presidente, hasta el izquierdista Gustavo Petro, alcalde de Bogotá y exguerrillero del M-19, ha optado por adherir a Santos, su acérrimo contendor político. También el independiente Antanas Mockus se ha unido a la propuesta de Santos reconociendo públicamente que “el candidato-presidente ha llevado mejor el balón de la paz de lo que el mismo Mockus lo hubiera hecho”.

Así de convulso es el panorama político preelectoral en una Colombia de nuevo enfrascada en una guerra por la paz.