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Contra las masacres, potenciar la educación moral

14 de marzo de 2009

El pasado miércoles, 16 personas murieron en la pequeña ciudad alemana de Winnenden. El asesino era un chico joven, de buena familia, aparentemente normal. ¿Cómo evitar estas masacres?, se pregunta Klaus Dahmann.

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Conmoción, rabia, tristeza: éste es el triángulo de sentimientos en el que se mueven tanto quienes se han visto directamente afectados por la matanza de Winnenden como quienes se han hecho eco de la noticia. Algunos exigen que se endurezcan las leyes de posesión de armas; otros piden más vigilancia y transformar las escuelas en cárceles de alta seguridad. También están los que opinan que se ha de mejorar la atención psicológica a los alumnos y los que predican a favor de una prohibición de los videojuegos y juegos de ordenador excesivamente violentos. Muchas de estas demandas caerán pronto en el olvido. Lo que prevalecerá entonces serán el desconcierto, el desamparo y la impotencia, ya que una pregunta sigue sin tener respuesta: ¿cómo evitar que estos hechos vuelvan a repetirse en el futuro?

Todas las conjeturas dependen de una incógnita fundamental: ¿qué es lo que lleva a jóvenes como el de Winnenden a matar a 16 personas [15 más él mismo]? Después de escuchar las declaraciones de quienes lo conocían, no parece que fuera un claro caso para el psicólogo. El chico creció en una familia bien situada, ni pasó hambre ni padecía ninguna enfermedad incurable. ¿Cuál fue su motivo? ¿Cuál ha sido el motivo de todos los que se han convertido en asesinos de sus compañeros, desde Estados Unidos hasta Finlandia? Y, ¿por qué suceden estas cosas precisamente en el seno de sociedades con alto nivel de bienestar, en las que el sistema escolar es, al menos en apariencia, ejemplar? Recordemos que Finlandia ocupa el primer puesto en el estudio PISA [sobre calidad educativa].

El abstracto “dolor ante el mundo” [tormento, melancolía, hastío, definido por Jean Paul] explica poco. Quizás tengan su importancia los problemas ligados a la pubertad como, por ejemplo, el odio a las chicas que se presupone en el caso de Winnenden, pero estos no sirven por sí mismos para explicar la masacre. Tampoco la oportunidad, el arma procedía del arsenal paterno, convierte a nadie en asesino. ¿Qué es entonces?

Al parecer, tiene que ver con la presión psicológica que reina en las sociedades ricas. [Algunos programas de televisión (…)] dan a entender de que sólo lo extraordinario sirve para salir del supuesto anonimato: ya quines atentaron contra la Columbine High School estadounidense en 1999 soñaban con aparecer al menos una vez en la vida en las portadas de los periódicos de todo el globo.

Punto número dos: Columbine sentó precedente, se convirtió en ejemplo a seguir, como demostró la matanza de Erfurt [en 2002]. No fueron los periódicos, la radio o la televisión quienes jugaron el papel protagonista, sino el medio del “bienestar”: Internet. Éste ofrece a los adolescentes, sobre todo a aquellos de clase alta, un descontrolado e incontrolable foro en el que no sólo circula material inofensivo o intelectual de mayor o menor calidad, sino también mortales ideas que desprecian la vida humana. Con los blogueros, puede comprobarse de nuevo tras lo sucedido en Winnenden, los medios tradicionales han perdido su hegemonía sobre la información: los blogs no sólo fueron en esta ocasión más rápidos, sino también en parte erróneos. Las interpretaciones posteriores que hace la comunidad bloguera de la masacre de Winnenden ignoran los datos que aparecen en los medios convencionales. Supuestamente se trata de practicar la democracia: en el amplio abanico de interpretaciones cada cual encuentra la que le parece más plausible, independientemente de lo cínica o misantrópica que sea, y de si anima o no a otros a cometer asesinatos.

Los efectos de esto sobre personas psicológicamente inestables, entre las que no sólo se encuentran jóvenes que comenten masacres, sino muchos otros chicos, pueden ser tan devastadores como los videojuegos violentos o los restantes factores. La combinación es la chispa que enciende la mecha.

Aquí hace falta más moral y una educación que preste más atención a la moral. Moral en el trato con los demás y en la interacción con los medios. Una moral que amenaza con perderse justamente en las partes del mundo que podrían permitírsela. Al parecer, a ellas pertenece también Alemania.

Autor: Klaus Dahmann

Editor: José Ospina Valencia