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Cuando madrugar es una enfermedad

Luna Bolívar Manaut24 de noviembre de 2006

El despertador suena como un jarro de agua fría. "¡Cinco minutos más!", rogamos clemencia. Pero hay quien no necesita del pitido infernal para salir del sueño. ¿Madrugadores natos? No. La culpa la tiene una proteína.

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Alteraciones en el reloj interno obligan a madrugar.Imagen: AP

"A quien madruga, Dios le ayuda", asegura un dicho popular. Pero "no por mucho madrugar, amanece más temprano", recuerda otro proverbio, seguramente difundido por alguien cuyas proteínas funcionaban a la perfección.

Un equipo de científicos del Instituto de Medicina Inmunológica de Berlín, han descubierto que es el mal funcionamiento de una proteína lo que hace que algunas personas sufran alteraciones en el ritmo del sueño y se conviertan en madrugadores involuntarios.

Dos horas menos de día

Eine schlafende Frau mit Teddybär im Arm
Con dos horas menos que el resto del mundo.Imagen: BilderBox

"Síndrome de la fase anticipada del sueño" es como llaman los científicos a esta enfermedad. No es insomnio. Quines la padecen duermen. Pero su reloj interno está adelantado unas dos o tres horas, de manera que por las noches se sienten cansados cuando todavía no ha llegado el momento de acostarse, y por las mañanas se despiertan cuando en realidad podrían seguir durmiendo.

El profesor Achim Kramer dirige el grupo de investigadores alemanes que ha dado con la causa de este compás mal ajustado del sueño. Culpable es una proteína a la que le falta un determinante grupo de fosfatos.

En los cuerpos sanos, el ciclo por el que dicha proteína alcanza el núcleo de la célula y es destruida dura exactamente 24 horas. Las células de quienes sufren el síndrome de la fase anticipada del sueño acaban con la proteína, al faltarle los fosfatos, en 22 horas. Por eso, según marca su reloj interno, el día tiene dos horas menos.

La importancia del ritmo

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El descanso es necesario para que el cuerpo pueda rendir.Imagen: Bilderbox

La cuestión va más allá de no poder disfrutar de la cama las mañanas de domingo. Convivir con esta alteración no es nada agradable. Por lo general, el enfermo trata de obligar a su cuerpo a acostumbrarse a los horarios que le fija el mundo en el que vive. El cuerpo necesita descanso, pero se siente continuamente forzado a modificar su ritmo natural. Cansancio, irritabilidad, estrés, falta de concentración, son algunas de las consecuencias de esta diaria lucha interna.

El síndrome de la fase anticipada del sueño se conoce desde 1999 y fue descubierto por el científico estadounidense Louis Ptácek, quien además definió la gran importancia que la carga genética tiene en el desarrollo de esta enfermedad. Con frecuencia, el síndrome se transmite de padres a hijos dentro de una misma familia.

En Berlín se ha dado un paso más para descifrar el modus operandi de estos arruinadores del descanso. Ahora queda trabajar en encontrarle una cura. Mientras tanto, el profesor Kramer tiene la respuesta adecuada para los pacientes que se vean interpelados por haberse levantado demasiado temprano: "en mi reloj interno son las diez".