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Cuba: las viejas metas revolucionarias pendientes

Rosa Muñoz Lima25 de julio de 2013

A 60 años del asalto al cuartel Moncada, el primer intento fallido del ex presidente Fidel Castro por llegar al poder con un programa revolucionario de gobierno, ¿cumplió la revolución cubana aquel programa?

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Imagen: picture-alliance/dpa/dpaweb

Si hubiese triunfado aquel 26 de julio de 1953, el problema de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, del desempleo, de la educación y de la salud del pueblo, así como la “conquista de las libertades públicas y la democracia política", habrían dominado el programa de gobierno de Fidel Castro. Así lo aseguró el joven abogado al asumir su autodefensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada (en la foto), en Santiago de Cuba. A 60 años de aquel intento fallido ―en el que también participó su hermano y actual presidente de Cuba, Raúl Castro―, y a más de 50 del posterior triunfo revolucionario de 1959, ¿solucionó Cuba esos problemas y conquistó esas libertades?

Socialismo, capitalismo de Estado y reformas de mercado

“El del Moncada era más socialista que el propio programa del viejo Partido Comunista, que (…) no pasaba de promover un capitalismo de estado bajo control del partido, con algo de cooperativa agrícola, como santificó el estalinismo”, escribe el historiador cubano Pedro Campos, activista del colectivo Socialismo Participativo y Democrático. Así que el paso “del estatismo a la socialización” es, para Campos, una vieja meta pendiente. Para alcanzarla, aquel programa proponía: la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas, el fomento de cooperativas agrícolas autogestionarias y la recuperación de mecanismos democráticos para el ejercer la ciudadanía. Todas, aún, tareas pendientes.

“Cuba ganó y mantuvo su soberanía política, pero una soberanía condicionada porque el país no es autosuficiente económicamente y siempre ha dependido de un actor externo ―España, Estados Unidos, la Unión Soviética, y ahora Venezuela―”, opina Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh. A fines de los años 80, Cuba tuvo los mejores índices económicos y sociales de su historia. Pero, tras la caída del llamado “campo socialista”, el más reciente programa de reformas de mercado ―ahora impulsadas por Raúl, y no por Fidel Castro―, enfrenta un panorama poco alentador.

Fidel y Raúl Castro, pertenecen a la llamada "generación histórica" del gobierno cubano.
Fidel y Raúl Castro pertenecen a la llamada "generación histórica" del gobierno cubano.Imagen: picture-alliance/dpa

Se calcula un déficit de un millón de viviendas para una población de unos 11 millones de personas. El déficit en la balanza fiscal y comercial, la inflación, la liquidez monetaria y la deuda externa han aumentado varias veces. La brecha de desigualdad por el ingreso, así como la pobreza y la población vulnerable, crecen. Ha vuelto la prostitución. Y la asistencia social se ha contraído, en número de beneficiarios y asignación presupuestal, hasta un 70%, advierte Mesa-Lago.

La producción agrícola sigue estancada, con la primacía del plan central sobre el mercado y de la propiedad estatal sobre prácticamente toda la tierra, con solo un 10% de campesinos privados. La producción manufacturera continúa sumida en la descapitalización y desindustrialización. Y, si se cumplen los despidos previstos por Raúl Castro en el sector estatal, un tercio de la población activa quedará desempleada, agrega este economista experto en políticas sociales para América Latina.

Entre los indicadores económicos y sociales positivos de los últimos años, Mesa-Lago destaca el crecimiento del turismo y del ingreso en divisas por la exportación de servicios profesionales, fármacos y productos biotecnológicos; la expansión y diversificación de lazos comerciales, inversiones y créditos con China, Rusia, Brasil y la Unión Europea; así como que Cuba sigue liderando indicadores como la esperanza de vida y la baja mortalidad infantil en América Latina.

La celebración de este 26 de julio tiene lugar en Santiago de Cuba, castigada el año pasado por el paso del huracán "Sandy", y ahora remozada con más de 150 obras, según el diario oficial "Granma".
La celebración de este 26 de julio tiene lugar en Santiago de Cuba, castigada el año pasado por el paso del huracán "Sandy", y ahora remozada con más de 150 obras, según el diario oficial "Granma".Imagen: picture-alliance/dpa

Estancamiento político e imagen internacional

Sin embargo, en toda la esfera social ―seguridad social, educación y salud― se observa “un evidente deterioro, no sólo en términos de calidad del servicio, sino incluso de cobertura, con reducciones de los montos presupuestarios destinados a estos rubros”, afirma el historiador y politólogo cubano Armando Chaguaceda, docente de la Universidad Veracruzana, en México, y miembro del Observatorio Social de América Latina. Y ello incluye, por ejemplo, la “exportación de servicios profesionales de salud” ―que lastra el acceso a ellos en el país―, advierte Mesa-Lago.

Parte del remedio, opina el economista, pasaría, por ejemplo, por una asignación más racional de recursos: menos a reducir la mortalidad infantil ―que ya es la segunda más baja del hemisferio después de Canadá―, y más a solucionar “el abandono de la infraestructura de agua potable y alcantarillado” ―que complica el cuadro epidemiológico de la isla―; así como menos al gasto en educación elemental ―cuya matrícula cae en picada por el envejecimiento poblacional―, y más a los salarios de los maestros ―absolutamente insuficientes.

De ahí que, con excepción de algunos sectores de la izquierda internacional ―y de gobiernos latinoamericanos como el de Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua o Ecuador―, el inicial apoyo internacional a la revolución cubana y al gobierno que la representa haya palidecido. Y lo mismo podría valer para su popularidad interna. A “los fracasos económicos y los grandes logros sociales deteriorados”, Mesa-Lago agrega: “sobre todo, el estancamiento del sistema político, que sigue siendo un régimen autoritario, con partido único, con controles muy serios de la libertad de expresión, con una prensa autocensurada o censurada por el gobierno, sin derecho de manifestación pública o de huelga, y con sindicatos que son correas de transmisión del gobierno”.

No obstante, “la izquierda tiene mucha esquizofrenia con respecto al tema Cuba”, opina Chaguaceda. “Parecería a veces que la izquierda es una golondrina, que no construye una utopía donde vive porque la correlación de fuerzas le es adversa. Y tiene que migrar periódicamente, de la Unión Soviética a la revolución cubana, a la sandinista, a la bolivariana; a un proceso que supuestamente realice todas nuestras utopías, con el cual ejercer una solidaridad ciega”, explica el politólogo, activista y columnista del blog colectivo Havana Times. Ello, cuando una postura sinceramente progresista, asegura, implicaría “identificar y solidarizarse con las personas o pueblos puestos en situaciones de dominación en cualquier lugar del mundo, no importa si viven en un estado socialista o capitalista”, lamenta.

La educación sigue siendo un sector priorizado por el gobierno cubano, pero los salarios de los maestros son insuficientes para mantener su disponibilidad y calidad.
La educación sigue siendo prioridad del gobierno, pero los salarios de los maestros son insuficientes para mantener su disponibilidad y calidad.Imagen: picture-alliance/dpa

Pese al crecimiento de ciertos derechos ciudadanos ―de movilidad, migración o inversión personal―, el actual proceso cubano de reformas de mercado “mantiene una gobernabilidad autoritaria”, insiste Chaguaceda. A 60 años de aquel asalto al Moncada, que hoy se celebra oficialmente como “día de la rebeldía nacional”, no hay un cambio sustantivo, “democratizador”, en la relación entre el Estado y la ciudadanía, agrega: la “ciudadanía cansada, cívicamente desarmada, comunicacionalmente fragmentada y carente de referentes de lucha cívica, pacífica”, sigue frente a “una élite fuerte en sus recursos políticos y materiales, en su control de la información y de las herramientas de poder”.

Autora: Rosa Muñoz Lima

Editora: Emilia Rojas