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Religión

Cuestión de fe - El programa de la Iglesia

7 de abril de 2019

Desde el principio a muchos les parecía agresiva e incluso ofensiva. Y es que la cruz une opuestos irreconciliables: muerte angustiosa y divinidad. Representa la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Es desagradable y esperanzadora al mismo tiempo. Durante 2.000 años, la cruz ha sido el símbolo del cristianismo. Y su mensaje es un misterio profundamente conmovedor.

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¿Dónde comienza la relación con la cruz? Para el tallador de madera Hermann Bigelmayr, esta cuestión constituye la esencia de su proceso artístico. Sus poéticas esculturas de cruces se diferencian de las representaciones habituales. Él quiere devolver a la cruz algo que las cruces convencionales perdieron hace tiempo: su misterio. La cruz como símbolo del cristianismo vive sus comienzos con la muerte de Jesús y su resurrección. Es un símbolo del máximo sufrimiento, pero también representa la esperanza y la redención. A lo largo de los siglos, la interpretación de la cruz ha ido evolucionando y enfatizando nuevos aspectos: primero la resurrección, el triunfo de Jesús sobre la vida y la muerte, y después su sufrimiento. En su larga historia, el cristianismo siempre ha buscado formas de expresión dignas de la cruz y su mensaje. Cuanto más se sumerge en la niebla de la historia el martirio de Jesús en el Gólgota, más evidente es que la única manera de mantener la cruz presente es captarla desde la intimidad. Realizamos un breve viaje a través de la larga historia de la cruz.